«No me di cuenta de lo mucho que había echado de menos viajar; eché de menos volar, hasta el momento en que la voz del capitán se escuchó en el altavoz con el anuncio de bienvenida y con las indicaciones de seguridad», dijo Nadzri Harif sobre su experiencia de 85 minutos en la compañía Royal Brunei Airlines. Este es uno de los testimonios de un pasajero de un «vuelo panorámico» —o «vuelos a ninguna parte»—, viajes en avión que salen y aterrizan en el mismo lugar solo al cabo de unas horas. «Venimos de una época con muchas restricciones y se han visto truncadas muchas de nuestras opciones de ocio, que son actividades gratificantes; una de ellas puede ser el hecho de coger un avión», afirma Sílvia Sumell, psicóloga y que ha sido profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC. «Cuando se añora una experiencia, volver a vivirla nos hace sentir mejor; el hecho de coger un avión, aunque sea para dar una vuelta y volver al mismo lugar, nos hace sentir libres y experimentar placer, si ya era una actividad que antes nos resultaba gratificante», añade.
Una opción más de consumo en tiempos de COVID-19
La COVID-19 ha condicionado y limitado el turismo, y las compañías aéreas se han visto considerablemente afectadas por ello. Sin embargo, parece que estos vuelos a ninguna parte son una opción más de consumo y ocio para una población que echa de menos volar. «El hecho de no haber podido ir de vacaciones o de no poder viajar como de costumbre puede generar el sentimiento de que no se han satisfecho estas actividades y, por lo tanto, estos vuelos a ninguna parte pueden convertirse en una actividad gratificante y divertida», detalla Sumell.