El estrés es una respuesta fisiológica del organismo en el que entran en juego diversos mecanismos de defensa para afrontar una situación que se percibe como amenazante. La pandemia ocasionada por la COVID-19 ha aumentado los niveles de estrés entre la población, hasta el punto de que un estudio en el que han participado Ikerbasque y Biocruces, entre otros agentes, concluía recientemente que ya en la primera ola de la pandemia un 25% de la población reconoció tener síntomas de depresión, un 19,5% de ansiedad, y un 68,5% expresó sufrir estrés postraumático. Ahora, en plena tercera ola, los indicadores pueden volver a darse, y una de las formas en las que se manifiesta este estrés es en la vista, tal y como nos ha explicado el dr. Juan Durán, director médico del Instituto Clínico Quirúrgico de Oftalmología (ICQO).
Aunque el estrés es una reacción necesaria y positiva de adaptación a los cambios, cuando repercute negativamente en la salud hay que buscar ciertas pautas para bajar los niveles del mismo. Las respuestas internas suelen afectar a todo nuestro organismo, incluyendo los ojos, que se denomina estrés ocular o visual. Las manifestaciones más comunes de que se padece estrés ocular derivado del estrés emocional son los tics nerviosos, la inflamación de los párpados (blefaritis), la visión borrosa, la afectación de la mácula o incluso, en casos extremos, la pérdida momentánea de visión.