Franz Liszt nació en Raiding (Hungría) en 1811 y murió en Bayreuth (Alemania) en 1886. A la edad de nueve años hizo su primera presentación pública en un concierto interpretando como solista. Ya desde entonces mostró grandes dotes pianísticas. Cuando tenía 12 años se trasladó con su familia a París, una de las ciudades musicales y artísticas más activas con un prestigioso Conservatorio en el que, sin embargo, el joven pianista no logró ingresar. En estos años, al tiempo que desarrolló una intensa actividad como intérprete y compositor, mantuvo estrechos lazos con otros compositores (Chopin, Berlioz) y artistas de distintas disciplinas (pintores como Delacroix o escritores como Victor Hugo o George Sand). Su encuentro con Paganini, un virtuoso violinista de tintes casi demoníaco, lo llevó a idear un repertorio de similares características para el piano. Tras una etapa con intensas giras por todo Europa (incluyendo España en 1844-45), decidió establecerse por largos periodos de tiempo primero en Weimar y después en Roma. Los años finales de su vida trascurrieron entre la crítica a algunas de sus obras y la idolatría que le profesaba el público y sus discípulos. Liszt experimentó en la etapa final una honda preocupación religiosa, que lo llevó a tomar las órdenes menores e intentar, sin éxito, la reforma de la música religiosa.
Liszt encarna la imagen perfecta del artista romántico: con una brillante carrera como pianista virtuoso, su vida personal transcurrió entre las pasiones extremas y el misticismo religioso. Su obra para piano explotó de un modo sin precedentes todas las posibilidades tímbricas y técnicas del instrumento. Otro gran compositor como Brahms, que no profesaba especial devoción por su estilo, llegó a decir que si Mozart representaba el clasicismo en música, Liszt representa el clasicismo de la técnica pianística. Su obra para piano es muy abundante, abarcando obras a solo, a cuatro manos y a dos pianos. También tiene multitud de transcripciones para piano de obras originalmente compuestas para otras formaciones (como voz y piano u orquesta), las cuales, sin duda, se encuentran entre las más espectaculares de su producción.
Se dice que Liszt fue al piano, gracias a su técnica y virtuosismo lo que Paganini al violín. Su puesta en escena y calidad interpretativa equivaldría a la de una gran estrella del Pop de hoy. Algunas de sus contribuciones más notables fueron su Sonata para piano en Si menor, sus veinte Rapsodias Húngaras, Años de Pereginaje, Consolaciones y su Sinfonía Fausto.
El repertorio musical del compositor húngaro gira en su primera época en torno al piano y los arreglos para piano de obras de otros compositores. Se tiene constancia de cerca de un millar de obras para piano entre partituras originales y transcripciones para piano de música orquestal ya publicada.Y en su segunda y extensa época de Weimar, en torno a la música orquestal y de más amplio formato.
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