El aumento de la tensión derivada de la acumulación de tropas rusas junto a la frontera de Ucrania mantiene en vilo a Europa desde hace días. Esta mañana hemos intentado comprender la situación con Ernesto Pascual, profesor de Ciencias Políticas de la UOC. Se centran en una única cuestión muchas preocupaciones: la posibilidad de una invasión en el marco de un conflicto cuyas raíces son muy profundas.
En lo que parece convertirse en una guerra por el momento no declarada, las partes mantienen las puertas abiertas al diálogo. Sin embargo, lo hacen sin dar su brazo a torcer en las cuestiones fundamentales. MIentras Rusia insiste en que su despliegue es «normal», la OTAN mantiene, al menos de momento, su intención de dejar las puertas abiertas a la inclusión de nuevos miembros en la alianza.
La situación comienza a adoptar la forma, según los expertos, de una guerra híbrida entre dos potencias que intentan cimentar su área de influencia en el marco de una estrategia geopolítica. Es un plan que pasa por mantener fija su postura frente a la cuestión ucraniana.
En este sentido, la ubicación del territorio ucraniano resulta de vital importancia. La zona comparte frontera con Rusia y la Unión Europea y ha presentado un panorama cultural, político y socialmente tensionado desde hace décadas.
Alto el fuego en el este de Ucrania
Tanto Moscú como Kiev han acordado mantener el alto el fuego en el este de Ucrania. Allí las milicias separatistas prorrusas se enfrentan a las fuerzas ucranianas desde 2014. Es el año en el que Rusia se anexionó Crimea, y los rebeldes siguen pidiendo a Vladimir Putin el envío de armas para hacer frente al Ejército ucraniano.
Esta anexión de Crimea ante el vacío de poder supuso un punto de inflexión en la crisis entre las partes. Ya entonces, tanto Estados Unidos como la UE recurrieron a la imposición de sanciones en respuesta. Esto ha llevado al Kremlin a acusar en reiteradas ocasiones a Washington de avivar las tensiones en la zona.
Moscú insiste en que no tiene intención de invadir Ucrania
Ahora, Moscú insiste en que no tiene intención de invadir Ucrania, si bien recalca la necesidad de que la OTAN impida la inclusión de Ucrania entre sus filas. Sin embargo, los documentos remitidos al Gobierno ruso no parecen introducir propuesta alguna y se limita, en teoría, a rechazar las propuestas anteriores tendiendo la mano al diálogo en una situación cada vez más estancada.
Desde Estados Unidos insisten en que las sanciones podrían repercutir en el propio Putin, en caso de que fuera necesario, y amenazan con hacerle pagar un «alto precio» en caso de que dicha invasión se materialice. A pesar de que la postura de Washington resulta más agresiva, desde la UE tratan de apaciguar las aguas al descartar la inminencia de un posible ataque.
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