El director Gaizka Urresti ha presentado este año un documental que devuelve a la actualidad la figura de uno de los cineastas más impactantes y controvertidos del cine estatal: Eloy de la Iglesia. La cinta se titula ‘Eloy de la Iglesia. Adicto al cine’ y ofrece un retrato descarnado, pero empático, de un director que ha retratado como pocos la transición, el submundo y los excesos de una libertad recién conquistada.
Retrato de un cineasta maldito
Eloy de la Iglesia ha sido uno de los directores más censurados y también más exitosos en taquilla durante la transición. Nacido en Zarautz, se trasladó a Madrid con 22 años para iniciar una carrera cinematográfica autodidacta y sin complejos. Su cine ha abordado temas como la homosexualidad, la heroína, la violencia juvenil, el lumpen o la represión franquista, sin filtros ni concesiones.
Urresti ha explicado que de la Iglesia no filmaba como observador externo, sino desde dentro: «no solo retrató esas realidades, también las vivió». Sufrió adicción a la heroína y su sexualidad estuvo marcada por la clandestinidad, algo que también mostró en películas como ‘El diputado’ o ‘Los placeres ocultos’.
Bilbao como escenario y testigo
El cine de Eloy de la Iglesia ha encontrado en Bizkaia una de sus localizaciones más significativas. Películas como El Pico se han rodado en lugares como la margen izquierda o Algorta, documentando con realismo un Bilbao muy distinto al actual. Urresti ha incluido en su documental una secuencia que empalma imágenes originales de El Pico con el paisaje actual del Guggenheim o la Puente de la Salve para mostrar el brutal cambio de la ciudad.
«Antes veíamos coches aparcados junto a la ría en El Arenal, ahora es un espacio totalmente distinto», ha señalado el director, que ha querido rendir homenaje a un Bilbao que también forma parte de nuestra memoria colectiva.
Valentía, provocación y censura
El documental también recupera la faceta más provocadora de Eloy de la Iglesia. Urresti ha recordado un proyecto que nunca llegó a realizarse, Cabalga al viento y galopa, que narraba una historia de amor entre un etarra y un guardia civil. La propuesta fue atacada desde todos los frentes, desde la izquierda abertzale hasta sectores nacionalistas españoles.
A pesar de todo, su cine ha conectado con el gran público. Películas como El Pico, El Pico 2 o La estanquera de Vallecas han sido grandes éxitos de taquilla. «Su cine provocaba, pero la gente quería ver esas historias porque hablaban de una realidad silenciada durante la dictadura», ha explicado Urresti.
Un legado que desafía la nostalgia
Aunque el documental parte desde el afecto, Urresti ha dejado claro que «la vida de Eloy de la Iglesia no es un modelo a seguir». Con tendencias autodestructivas, estuvo 15 años sin rodar y sobreviviendo gracias a la ayuda de amigos. Sin embargo, su obra sigue siendo esencial para comprender los claroscuros de nuestra historia reciente.
Urresti defiende que «el cine es un testigo en tiempo real de lo que pasa» y que sus películas funcionarán como archivo para las nuevas generaciones: «Cuando queramos saber cómo se hablaba, se vestía o se vivía, ahí estará su cine para contarlo».
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