La tasadora y experta en arte Ana Trigo ha analizado en EgunON Magazine el fenómeno del robo de obras artísticas, su dimensión histórica y el destino de piezas que siguen desaparecidas.
Ana Trigo ha explicado que las obras de arte concentran buena parte de las esencias de lo humano, al representar la capacidad creativa más allá de lo utilitario. Precisamente por ese valor simbólico, histórico y económico, el arte se ha convertido desde hace siglos en un objetivo prioritario para el expolio y el robo, tanto individual como organizado.
Según ha detallado, el robo de arte constituye un negocio altamente lucrativo, muy alejado de la imagen romántica que la ficción ha proyectado durante décadas, aunque esa imagen tenga un origen real en figuras históricas que marcaron el imaginario colectivo.
Del ladrón de guante blanco a la realidad histórica
La autora ha contextualizado el mito del ladrón elegante y sofisticado, presente en personajes como Lupin o Thomas Crown, señalando que todos ellos beben de un personaje real del siglo XIX: Adam Worth, conocido como el “Napoleón del crimen”. Trigo ha recordado que esta figura histórica inspiró incluso a Arthur Conan Doyle para crear al profesor Moriarty, antagonista de Sherlock Holmes. Este arquetipo, aunque fascinante, convive hoy con realidades mucho más prosaicas y menos sofisticadas.
Robos poco sofisticados en grandes museos
Al analizar robos recientes como el ocurrido en el Museo del Louvre, Trigo ha reconocido su sorpresa ante la escasa complejidad del asalto, muy alejada de los grandes dispositivos tecnológicos que suelen mostrar las películas. Ha señalado que, en algunos casos, la aparente solidez de las medidas de seguridad no se corresponde con la realidad física de accesos y vitrinas.
También ha subrayado que determinadas piezas, a pesar de su enorme valor histórico, pasan relativamente desapercibidas para el gran público, lo que facilita su sustracción incluso en museos de primer nivel.
El destino de las obras robadas
La experta ha explicado que se calcula que alrededor de 700.000 obras de arte siguen desaparecidas en todo el mundo. En la mayoría de los casos, estas piezas acaban en el mercado negro, donde su destino depende del perfil del ladrón.
Ha detallado que los robos cometidos por delincuentes sin acceso a redes especializadas suelen acabar en rescates o incluso en la destrucción de las obras, mientras que los ladrones profesionales trabajan con intermediarios capaces de colocar piezas millonarias en circuitos clandestinos. En estos casos, muchas obras terminan en manos de coleccionistas que saben que nunca podrán exhibirlas públicamente.
Colecciones privadas, un objetivo prioritario
Trigo ha indicado que la mayoría de los robos se producen en colecciones privadas, al contar con menores medidas de seguridad y, en muchos casos, una catalogación deficiente. Esta circunstancia facilita tanto el robo como la posterior venta de las piezas, especialmente si no se trata de obras extremadamente conocidas.
Ha reconocido que algunas colecciones privadas que salen ocasionalmente a la luz pública pueden haberse nutrido, en parte, de piezas procedentes de robos antiguos.
Egipto y el saqueo desde la Antigüedad
La entrevista ha abordado también el expolio sistemático de civilizaciones antiguas, con especial atención a Egipto. Trigo ha recordado que la mayoría de las tumbas reales fueron saqueadas ya en la Antigüedad y ha relatado el caso de Deir el-Bahari, donde sacerdotes egipcios ocultaron en secreto momias reales para protegerlas de los ladrones.
Este episodio demuestra, según la autora, que el robo de arte es tan antiguo como la propia historia del ser humano.
Los grandes expolios: ejércitos y guerras
La tasadora ha afirmado que los mayores ladrones de arte de la historia han sido los ejércitos, señalando que el expolio forma parte del botín de guerra desde tiempos de Homero. En su libro analiza especialmente el saqueo nazi, considerado el mayor de la historia, y el expolio napoleónico, que afectó de manera muy significativa a España.
Ha destacado el caso del mariscal Soult en Sevilla, responsable de una esquilma sistemática del patrimonio artístico andaluz durante la ocupación francesa.
Psicología del ladrón de arte
Trigo ha apuntado que, más allá del beneficio económico, muchos ladrones de arte buscan la adrenalina y el reto personal de burlar sistemas de seguridad y desafiar a las autoridades. El placer de lograr un robo emblemático actúa, en muchos casos, como motor para reincidir.
Joyas perdidas y piezas transformadas
Durante la conversación, la experta ha mencionado joyas y gemas históricas cuyo paradero sigue siendo incierto. Ha explicado que, en numerosos casos, las piezas son desmanteladas y fragmentadas para evitar su identificación, una práctica que destruye gran parte de su valor histórico y artístico, pero que facilita su venta en el mercado clandestino.
Un fenómeno que sigue vigente
Ana Trigo ha concluido que el robo de arte sigue siendo un fenómeno plenamente activo, con obras que reaparecen décadas después y otras que permanecen ocultas, protegidas a veces más por el paso del tiempo y la naturaleza que por los sistemas de seguridad modernos.
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