«La mañana» más inolvidable de la historia de la música se sitúa en el Sáhara: es un amanecer en el desierto, con sus brisas y sus pájaros. Allí ha llegado Peer Gynt llevado por su egotismo. Cuando Henrik Ibsen escribió el Peer Gynt en1867, pretendió justamente criticar eso: el egotismo de su época. Por eso pidió a Edvard Grieg que le pusiese música incidental (música que se toca junto con la obra de teatro) en 1876, y Grieg satirizó el materialismo, el culto al «yo», al «mí mismo», poniendo una música deliberadamente azucarada y refinada, contrastada con zonas frenéticas y violentas, como la escena «En la morada del Rey de la Montaña», en el inframundo, con un reyezuelo rodeado por un enjambre de trolls, saca al troll que llevamos dentro. Acompañamos al egotista y fantasioso Peer: aquella boda funesta en la campiña noruega, su flechazo por la humilde Solveig, el rapto de la novia Ingrid, las tres pastoras, la mujer de verde, la lucha contra los trolls de la Montaña, el enfrentamiento con el Boygen, su regreso al bosque, el abandono de Solveig y su tristeza, la horrible antítesis cuando muere su madre Aase, su huida al Sáhara (con «La mañana»), el jeque árabe, su hija Anitra, su soledad en Egipto (donde se hace «Emperador de Sí Mismo»), la tempestad de regreso a Noruega, el empujón que mata al cocinero, su regreso atormentado, los susurros que lo mortifican, y el último encuentro con Solveig.
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