En la imagen de esta semana se ve la rotonda de Txurdinaga completamente teñida de blanco tras una intensa granizada. El asfalto, las aceras y las zonas peatonales aparecen cubiertos por una fina capa helada en la que se marcan claramente las rodadas de los coches, como si alguien hubiera dibujado círculos y líneas sobre la superficie. El cielo gris y cerrado, junto a la ligera neblina del fondo, refuerza esa sensación de frío y de tarde invernal que se ha echado encima de Bilbao de golpe.
En primer plano destaca un gran árbol de Navidad artificial, ya decorado con bolas rojas y plateadas, que pone la nota de color frente al tono plomizo del paisaje. A sus pies, los arbustos aparecen empapados por la lluvia y el granizo, mientras al fondo se ven algunos peatones resguardándose bajo el paraguas y los vehículos avanzan con prudencia por una calzada claramente deslizante. Los edificios residenciales y el centro cívico o equipamiento público del barrio enmarcan la escena y recuerdan que, pese al aspecto casi de postal, es un día laborable cualquiera.
En la rotonda central y en las isletas de césped se aprecia el contraste entre el blanco del granizo y el verde todavía vivo de la hierba, que asoma a duras penas. El tráfico es moderado, con coches y furgonetas que dejan su huella sobre la capa helada, mientras los semáforos y farolas se encienden como puntos de referencia en medio del mal tiempo. La imagen transmite una mezcla de sorpresa y cotidianidad: un barrio de Bilbao que, a las puertas de la Navidad, se despierta cubierto por un manto blanco tan inesperado como fotogénico.