Ni diez años habían pasado del affaire Festina. El Tour había vivido en una nebulosa desde la primera victoria de Lance Armstrong y cuando el americano se marchó (desplegando en su último discurso en París una asombrosa capacidad para mentir), la venda se cayó. En 2006 una investigación de la Guardia Civil desembocó en una de las mayores operaciones contra el dopaje en mucho tiempo. Las detenciones y los registros se llevaron acabo el 23 de mayo de aquel año y ese día, aunque los tribunales hablarían años después, se dictaron muchas sentencias. Ese día nombres que habían marcado el ciclismo pasarían a quedar proscritos. Sea acabaron carreras y se protegieron otras, la suerte también juega en estas situaciones. La llamada Operación Puerto fue el fin de personajes que habían tenido una importancia capital en el ciclismo español, directores como Manolo Saiz o Vicente Belda. Impidió el último asalto de estrellas internacionales como Jan Ullrich e Ivan Basso. Quedaba todavía, eso sí, mucho por limpiar.
El Tour llegó completamente condicionado por las exclusiones. Ninguno de los cinco primeros clasificados del año anterior fue de la partida en Estrasburgo. Y entonces llegó Landis y montó su DisneyLandis. Una hazaña increíble que una vez más, resultó no ser verdad. El ganador de aquel Tour, sale hoy de vez en cuando en El Chiringuito. Mirándolo desde la perspectiva del tiempo, resulta difícil de creer que el ciclismo fuese capaz de sobrevivir. Landis fue sancionado y esa sanción dio inicio a un efecto mariposa que terminó por exponer, de una vez por todas, las mentiras de Lance Armstrong.
