2.022 ha sido un año de vuelta a la normalidad para Bizitegi, después de las limitaciones sufridas durante la pandemia. En líneas generales ha sido un ejercicio positivo. Recuperar en toda su intensidad el contacto directo con los usuarios de sus servicios ha supuesto un empujón de ánimo para seguir mirando con ilusión al futuro. Cuando se trabaja con y para las personas, como hace Bizitegi, lo lógico y natural es hacerlo en un trato cercano, cara a cara. Y eso, de nuevo, ya es posible.
Bizitegi nació en Otxarkoaga, en 1980, gracias a la iniciativa humanitaria de un grupo de personas del barrio que contaba con la ayuda y cobertura de los Capuchinos para la atención de las personas que se veían afectadas por problemas relacionados con la adicción a las drogas, sobre todo la heroína. El retrato era complejo y desolador. Pobreza, delincuencia, problemas de salud mental y exclusión. El trabajo comunitario y el impulso al tejido asociativo fueron clave para hacer frente a aquella problemática. Hoy en día siguen trabajando en la misma línea tanto en Otxarkoaga como en Uribarri, Rekalde, Peñaskal, Uribitarte y, en general, en todo Bilbao.
Bizitegi es afortunadamente una realidad consolidada, fruto de muchas sinergias en las que han tomado parte diferentes agentes del tercer sector. En este sentido Bizitegi ha contribuido a la creación de servicios para la inserción de personas del mundo de la exclusión, las drogas y la enfermedad mental. Asimismo ha fomentado el ejercicio de la solidaridad y el acercamiento de la ciudadanía a estas realidades de exclusión. El Homeless Film Festival que organiza desde 2.016 es uno de sus instrumentos más eficaces para la sensibilización en torno a la necesidad de promover una sociedad cohesionada.
Actualmente Bizitegi abarca en su tarea dos grandes áreas, una socio-sanitaria, con personas afectadas por problemas de salud mental, y otra para la atención de personas sin hogar.
Tal y como nos cuenta su director gerente, Aitor Ipiña, a lo largo de 2.023 dirigirán sus esfuerzos a atender de forma específica a las mujeres sin hogar y también desarrollarán otra línea de trabajo para la activación no laboral comunitaria de las personas en situación de exclusión, con el objetivo de contribuir al incremento de su autoestima y el proceso de socialización imprescindible para acercarse a la plena inclusión social. En el primer caso ya hay una experiencia piloto en marcha, el «Hostel Ganbara», un paso para superar el modelo imperante de infraestructuras y servicios altamente masculinizados.
Casi 90 trabajadoras y especialistas en educación social, junto a medio centenar de voluntarias, tejen diariamente las redes de complicidad y apoyo que precisan estas personas que están en situación de exclusión y a las que atiende Bizitegi. Además de la atención diaria de sus necesidades más básicas e inmediatas, Bizitegi promueve una cultura de la solidaridad y la implicación ciudadana en los procesos de apoyo a las personas más afectadas por el estigma y la exclusión.
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