Hoy exploramos una faceta poco conocida de la música clásica: el humor.
Sí, la música también puede hacernos sonreír, guiñarnos un ojo, incluso hacernos reír… aunque no use palabras.
Desde los juegos de Haydn y Mozart hasta el sarcasmo de Shostakóvich, el humor ha sido un modo de expresión tan sofisticado como cualquier otro. Les propongo un viaje entre bromas, ironías y travesuras sonoras: el humor musical.
Cada época de la historia de la música hace uso del sentido del humor de una manera particular. Durante el Clasicismo, Haydn y Mozart compusieron para cortes y públicos que conocían las convenciones formales; sus bromas musicales presuponen ese conocimiento: el oyente ríe porque entiende la norma que se quiebra. La comicidad, entonces, es intratextual: exige complicidad. Por ejemplo, en la “Sinfonía del adiós” de Haydn el humor se mezcla con la diplomacia: los músicos van abandonando el escenario uno a uno, hasta quedar sólo dos violines. Era una protesta elegante para que el príncipe Esterházy les concediera vacaciones.
El humor de la música del siglo XIX se mueve entre la parodia y la ironía. El Romanticismo no fue sólo lágrimas y pasiones. Rossini, ya retirado, compuso un Dueto de los gatos con solo dos sopranos repitiendo “miau”. Saint-Saëns, por su parte, escribió El carnaval de los animales como una burla afectuosa hacia sus colegas y hacia sí mismo. Ambas piezas esconden inteligencia y ternura, más allá de la risa inmediata.
En el siglo XX, el humor se volvió más ácido. En la Unión Soviética, Shostakóvich y Prokófiev usaron la ironía como forma de supervivencia: burlarse del poder sin que pareciera burla. En Teniente Kijé, Prokófiev cuenta la historia de un soldado inexistente, inventado por un error burocrático. Prokófiev utiliza música “caricaturesca” y motivos sencillos que se repiten y se deforman para narrar las situaciones absurdas (entradas ceremoniales exageradas, fanfarrias pasticheadas). Shostakovich, por su lado, maneja parodia, pastiche, citas sardónicas y lo grotesco: transforma marchas oficiales en versiones torcidas, introduce melodías de aspecto ingenuo o “folclórico” pero con armonías tensas, o usa exageraciones de lo heroico hasta volverlo ridículo. Estas técnicas crean disonancia semántica entre lo que la música “dice” (alegría oficial) y lo que la articulación real sugiere (sospecha, amargura). Bajo el régimen soviético (política de “realismo socialista” y control cultural), Shostakovich sufrió campañas oficiales y censura; la ironía musical se convierte en lenguaje doble —por fuera, música aceptable; por dentro, crítica codificada. Esa ambigüedad permitió a muchos oyentes interpretar mensajes subversivos, y para el compositor fue una forma de resistencia soterrada. Estudios y monografías sostienen que el sarcasmo y lo grotesco en su obra funcionan como respuestas a la opresión cultural.
En el siglo XX y XXI el humor musical adopta nuevas formas: parodia, absurdo, juego escénico. P.D.Q. Bach —un personaje ficticio creado por Peter Schickele— es la gran caricatura de la seriedad clásica. John Cage, por su parte, lleva la ironía al extremo con 4’33”: una obra de silencio total que ridiculiza nuestras expectativas.
El humor en la música clásica nos recuerda que los grandes compositores no eran sólo genios serios, sino también seres humanos capaces de reírse del mundo… y de sí mismos.
Si te gusta ¡Música, maestra!, suscríbete en nuestros canales de podcast:
Y sigue a Radio Popular en las redes sociales:
- Sigue todas las noticias de Bilbao y Bizkaia en nuestro Facebook
- Conoce la radio desde dentro en nuestro Instagram
- Los titulares y los bacalaos del Athletic al minuto en X
- Revive los mejores bacalaos en YouTube
- Recibe las actualizaciones de nuestra programación y nuestras noticias en nuestro canal de Telegram
