Ion Colino, responsable de Areitz Soroa, ha señalado en Egunon Bizkaia que el modelo de jardinería urbana está estancado. Ha considerado que muchas intervenciones se limitan al césped, la poda de setos y a la plantación de especies poco diversas, lo que reduce su eficacia para mejorar la salubridad y la habitabilidad del entorno urbano.
Colino ha recalcado que la jardinería municipal “se ha quedado en la visualización”. En contraste, apuesta por plantas vivaces —tanto leñosas como herbáceas— que permiten, con el tiempo, crear un biotopo: un ecosistema urbano con fauna auxiliar que trabaja a favor del mantenimiento y evita el uso de productos químicos.
Participación y “orden desordenado”
Colino ha defendido un enfoque participativo que implique a la ciudadanía en el cuidado de los espacios. Ha descrito ejemplos europeos (Francia, Países Bajos, Reino Unido) donde se ha estudiado al detalle la selección de especies y se han integrado huertos ciudadanos en parques y rotondas. Esta filosofía —un “orden desordenado” que da margen a la espontaneidad de las plantas— es, a su juicio, la vía para regenerar los espacios y conectar los consistorios con el vecindario.
Referentes cercanos y deberes pendientes
En Bizkaia, Colino ha destacado avances en Muskiz y Trapagaran, donde se ha apostado por ese “orden desordenado” y se ha superado la simple flor de temporada. Sobre Bilbo, ha reconocido un buen trabajo en montajes paisajísticos de impacto visual —como el entorno del Guggenheim—, pero ha advertido de que “falta riesgo” para integrar de verdad la naturaleza en el día a día de la ciudad.
El también paisajista ha insistido en que no se trata solo de embellecer: los jardines urbanos son infraestructura verde que mejora la calidad de vida si se incorpora diversidad vegetal, procesos naturales y cuidado comunitario. Esa transición —concluye— exige pasar de las rutinas y calendarios de floración a proyectos con criterio técnico y apertura a la ciudadanía.
