El Réquiem de Mozart

Margarita Lorenzo de Reizábal ahonda en una de las piezas más conocidas del compositor que nunca terminó, murió mientras trabajaba en ella

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El Réquiem de Mozart

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Aunque es una de las piezas más conocidas del compositor, él nunca la terminó: murió mientras trabajaba en ella. Desde entonces ha estado rodeada de muchos mitos.

La leyenda cuenta que un hombre misterioso, completamente vestido de negro, visitó a Wolfgang Amadeus Mozart en su casa de Viena y le pidió componer un Réquiem (una pieza que normalmente se interpreta mientras se canta el texto de la misa por un difunto) para un servicio fúnebre. Nunca le dijo su nombre, tampoco el nombre de la persona para la cual estaba destinada la pieza y le exigió no investigar las razones del encargo.

Mozart aceptó el trabajo, recibió un adelanto y se comprometió a entregarlo en 30 días, pero por esa época –julio de 1791– le pidieron componer una ópera para la coronación de Leopoldo II de Austria como el rey de Bohemia. Al mismo tiempo trabajaba en La flauta mágica (otra ópera), así que aplazó el réquiem, hasta que el hombre misterioso apareció nuevamente y le preguntó por la pieza.

El compositor, muy impresionado por lo que pensó era un mensaje del más allá y convencido de que la pieza estaba destinada para su propio funeral, comenzó a trabajar en el Réquiem hacia octubre. Alcanzó a componer las primeras tres secciones, los coros y algunas partes instrumentales, pero un mes después cayó enfermo. Mientras estaba en cama, le dio instrucciones a su alumno Franz Xaver Süssmayr para continuar la obra, pero nunca alcanzó a ver el producto final: Mozart murió el 5 de diciembre de 1791. Al final, según la leyenda, su pálpito se cumplió: una parte de su Réquiem sonó en una misa celebrada en su honor el 10 de diciembre.

La verdad detrás del mito

Aunque la historia detrás de la leyenda es menos fantasiosa, sigue siendo igual de llamativa. Otto Erich Deutsch, el biógrafo de Mozart, reveló que en realidad el hombre misterioso era un emisario del conde Franz von Walsegg-Stuppach, quien solía contratar los servicios de los músicos para, al final, apropiarse de esas composiciones.

La esposa del conde había muerto días atrás, así que él le ordenó a un emisario contratar los servicios de Mozart, pero pidió discreción, pues su idea era presentar el Réquiem como suyo. Por eso el hombre nunca le reveló al compositor su identidad, ni la del conde, ni la de la condesa muerta.

Y aunque al parecer sí es cierto que una pequeña parte del Réquiem sonó en una misa en honor a Mozart, el lanzamiento completo de la obra se llevó a cabo en Viena, en 1973. El conde finalmente recibió su encargo y aunque intentó hacer pasar la obra como suya en un servicio en honor a su esposa que se llevó a cabo en diciembre de ese mismo año, la pieza pasó a la historia como la última composición de Mozart, bajo el nombre de Réquiem en re menor K.626.

Hoy se sabe que el compositor alcanzó a componer las tres primeras partes de la obra (Introitus, Kyrie y Dies Irae) y que dejó anotaciones para las dos siguientes (el Domine Jesu y el Agnus Dei). Las últimas secciones de la pieza (el Sanctus y el Communio) fueron compuestas completamente por Süssmayr, quien utilizó temas que Mozart ya había usado al inicio del Réquiem.


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