


Kepa Loizaga, delegado en el País Vasco de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), ha explicado un nuevo fenómeno que afecta a la calidad de los productos que consumimos: la cheapflación. Este término, recientemente acuñado, hace referencia a una estrategia en la que las marcas venden sus productos al mismo precio. Pero con ingredientes de peor calidad.
La inflación y la reduflación: antecedentes de la ‘cheapflación’
La inflación y la reduflación son fenómenos habituales que comenzaron cuando los precios de productos básicos como el aceite de oliva subieron considerablemente. Y se abrió paso a esta nueva práctica. Mientras la inflación aumenta el precio de los productos, la reduflación implica vender el mismo producto en menor cantidad, sin que el consumidor se dé cuenta. Sin embargo, la cheapflación va un paso más allá: las marcas no solo bajan la cantidad, sino que también alteran los ingredientes para maximizar sus márgenes de beneficio sin que el consumidor perciba la diferencia.
El cambio de ingredientes en productos habituales
Uno de los ejemplos que Loizaga ha mencionado son las pizzas. Suelen llevar queso, pero en lugar de usar el ingrediente original, algunas marcas optan por sustituirlo por grasas vegetales más baratas. Asimismo, productos como jabones, turrones o mayonesas sufren transformaciones similares, donde se sustituyen ingredientes de calidad por otros más económicos. Y, a menudo, más perjudiciales para la salud.
Loizaga ha destacado que estos cambios son legales siempre y cuando estén reflejados en la etiqueta del producto. Sin embargo, la mayoría de los consumidores no leen los ingredientes con suficiente atención, lo que puede llevar a la confusión y, en algunos casos, al engaño.
La falta de transparencia y los riesgos para la salud
Uno de los principales problemas de la cheapflación es que los consumidores no están informados de los cambios en los productos. Es el caso de la mayonesa, en la que algunas marcas sustituyen el aceite de girasol por aceite de palma. Este tipo de sustituciones no solo afectan al sabor, sino que pueden ser perjudiciales para la salud, como en el caso de las grasas trans presentes en algunos aceites vegetales de baja calidad.
¿Cómo podemos protegernos?
Para protegerse de la cheapflación, Loizaga recomienda que los consumidores comparen los ingredientes de los productos que compran regularmente. Al darle la vuelta al envase, pueden observar si los ingredientes han cambiado o si la calidad ha disminuido. Además, la OCU está luchando para que la legislación obligue a las marcas a informar de manera más clara y transparente sobre los cambios en la calidad de los productos.
Propuestas legislativas y la importancia de la educación del consumidor
La OCU ha presentado una enmienda en el Congreso para que se modifique la Ley Generaó l de Defensa de los Consumidores, con el fin de garantizar que las marcas informen claramente sobre los cambios en los ingredientes. Y es que países como Francia y Alemania ya han adoptado regulaciones más estrictas en cuanto a la transparencia de los productos. Y esperan que España siga su ejemplo.
Sin embargo, la educación del consumidor también juega un papel clave en la lucha contra la cheapflación. Loizaga ha destacado que» es necesario que los consumidores sean más activos y estén mejor informados sobre lo que compran. Es fundamental que vayamos al supermercado como consumidores militantes«. Y recomienda que se invierta más tiempo en leer las etiquetas y en conocer las marcas que ofrecen productos de mejor calidad.
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