

El ruso, el neoclásico y el dodecafónico son, a grandes rasgos, los tres periodos en los que puede dividirse la carrera compositiva de este Stravinski. Alumno de Nikolái Rimski-Kórsakov en San Petersburgo, la oportunidad de darse a conocer se la brindó el empresario Serguéi Diáguilev, quien le encargó una partitura para ser estrenada por su compañía, los Ballets Rusos, en su temporada parisiense. El resultado fue «El pájaro de Fuego», obra en la que se advierte una profunda influencia de su maestro en su concepción general, pese a lo cual apunta ya algunos de los rasgos que definirán el estilo posterior de Stravinski, como su agudo sentido del ritmo y el color instrumental. Su rápida evolución culminó en la «Consagración de la Primavera» y en otra partitura destinada al ballet «Las Bodas», instrumentada para la original combinación de cuatro pianos y percusión, con participación vocal. En estas obras el músico llevó al límite la herencia de la escuela nacionalista rusa hasta prácticamente agotarla.
Pocas noches en la historia de la música han sido tan sonadas como la que se vivió en París el 29 de mayo de 1913 con el estreno de La consagración de la primavera. Abucheado y alabado a partes iguales –llegó a ser calificado por Puccini como “la obra de un loco”–, el conocido ballet con música de Igor Stravinsky supuso un antes y un después en la historia de la música y el ballet del pasado siglo xx. Compuesto para Les Ballets Russes, compañía del empresario ruso Serge Diaghilev, sus bruscos cambios de ritmo y las texturas armónicas utilizadas son reflejo del primitivismo que constituyó la base de la obra.
La fructuosa colaboración entre Diaghilev y Stravinsky comenzó, pocos años antes, en 1910, con El pájaro de fuego. Basado en diferentes cuentos del folclore ruso unidos en un único relato alrededor de la figura del Príncipe Iván, Stravinsky introdujo en este ballet algunos de los conceptos clave en su música, como la descripción de los personajes a través de la música a la manera del leitmotif en la música de Wagner. Así, vemos un claro contraste entre secciones según el personaje que las protagoniza: mientras que Ronda de las princesas o Canción de cuna nos presentan temas más líricos y texturas más delicadas, la Danza infernal del Rey Katschei es marcadamente rítmica y agresiva.
En 1911 se estrenaba en París Petrushka. Subtitulado como Escenas burlescas en cuatro actos, el ballet representa la historia de Petrushka, marioneta tradicional rusa, a través de una estética cómica, con melodías infantiles interrumpidas en ocasiones por secciones sombrías que reflejan el trágico destino de la marioneta. Entre las diversas versiones y arreglos de este ballet, Stravinsky creó una pieza virtuosística en tres movimientos para Artur Rubinstein.
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