Greenpeace ha proyectado esta noche el mensaje “Aquí manda Repsol” sobre el edificio del Congreso de los Diputados de Madrid, para expresar su contundente rechazo a la retirada del impuesto a las energéticas, que se pretende acordar en la Comisión de Hacienda este mismo lunes. La organización considera inmoral que, en un contexto en el que estamos comprobando las terribles consecuencias del cambio climático, el Congreso no exija a las energéticas que paguen por los daños que producen y se les permita seguir enriqueciéndose a costa de la ciudadanía y del planeta.
Partidos que se pliegan a las grandes compañías
“En un momento en el que toda la fuerza de la democracia debe atender y solidarizarse con las víctimas de la DANA, hay partidos que se pliegan a las grandes compañías para tumbar la justicia fiscal que necesitamos. Hemos visto cómo el dirigente de Repsol, la empresa más contaminante en España, está más centrado en los dividendos de sus grandes accionistas anglosajones y nórdicos que en la responsabilidad de la compañía con la sociedad en la que operan sus negocios. Es un comportamiento situado en las antípodas del compromiso, que sí están mostrando las personas voluntarias y de los servicios públicos en este momento”, ha declarado Eva Saldaña, directora ejecutiva de Greenpeace España.
En este contexto, hoy hemos hablado con Jose Luis García, el responsable de la campaña de Energía y Clima de Greenpeace quien nos ha explicado las expectativas que tienen con respecto a la cumbre del clima en Azerbayán.
El impuesto a las energéticas
Greenpeace señala que, con la recaudación del impuesto a las energéticas en un solo año (en 2023 fueron 1.164 millones de euros y en 2024 el Gobierno estima una cantidad similar), se podría pagar parte del escudo social, económico y de reconstrucción de las zonas afectadas por los eventos climáticos extremos, como los sueldos anuales de 500 miembros de protección civil, 1.000 profesionales de la salud y 1.000 profesionales de servicios sociales para reforzar los servicios básicos, ayudas sociales a 50.000 familias vulnerables y rehabilitación de 20.000 viviendas para atender directamente a las familias damnificadas, así como una protección a 15.000 pequeños negocios y autónomos y a 30.000 agricultores familiares.
La organización ecologista se ha sumado a 36 organizaciones sociales, sindicales y ecologistas para demandar diez medidas para una fiscalidad más justa y verde, entre las que se encuentran, además de los impuestos a beneficios caídos del cielo a la banca y a las energéticas, el impuesto al lujo y los jets privados, el impuesto a alquileres turísticos o la eliminación del régimen fiscal sin tributación de las SOCIMIs (Sociedades Anónimas Cotizadas de Inversión Inmobiliaria), que también se votará hoy en la Comisión.
“La sociedad necesita Administraciones públicas con capacidad y eficacia para atender los costes derivados del impacto del cambio climático, como los ocurridos este mes, e invertir en proyectos de futuro más adaptados a la nueva realidad climática. Para ello se requieren impuestos justos y que los que más capacidad económica tienen contribuyan más. España está cuatro puntos por debajo de la media europea en presión fiscal y hay margen para ello. Por eso, la sociedad civil está demandando a los políticos estar a la altura de este momento difícil que estamos viviendo y cerrar un acuerdo responsable”, señala Carlos García Paret, coordinador de Incidencia de Greenpeace.
Mientras que el Congreso de los Diputados se resiste a hacer pagar a las grandes energéticas, los Gobiernos están reunidos en la COP29 de Azerbaiján, donde una de las cuestiones candentes es la decisión de hacer pagar a la industria fósil por la acción climática. Se estima que es necesario al menos cinco billones de dólares al año para prevenir, adaptarse y cubrir las pérdidas y daños de los eventos meteorológicos extremos, exacerbados por la crisis climática en todo el mundo. Greenpeace exige que se aplique el principio de “quien contamina paga”, mediante impuestos justos y verdes que obliguen a la industria de los combustibles fósiles y a otros grandes contaminadores a soportar, al menos en parte, los gastos climáticos. En este contexto, el impuesto sobre los beneficios de las energéticas solo debe ser el principio.
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