Falla recurre a Carlos Fernández Shaw, gaditano como él, poeta y libretista de zarzuelas y óperas para Chapí, Vives y Fernández Caballero, entre otros. Consideran como temas posibles El sombrero de tres picos, de Alarcón; la tragedia amorosa de Paolo y Francesca da Rimini, recogida por Dante en el Canto V de El Infierno. Pero la elección recae en un poema inédito del propio Fernández Shaw, La chavalilla, que cuenta la historia de una gitanilla granadina, enamorada y engañada por el hijo de un terrateniente. El libretista da pronto vuelo dramático al poema y, en agosto de 1904, mes y medio después de anunciarse el concurso, Falla está ya bosquejando los motivos y ritmos del negro interior de la Escena de la Fragua. Se ha propuesto completar la ópera en seis meses, con fecha límite el 31 de marzo de 1905, ocho días antes de expirar el plazo de entrega. El 3 de febrero copia a limpio la Escena Última de la ópera en la partitura para canto y piano y establece un calendario estricto para empezar la orquestación al día siguiente. Trabajará en el Cuadro Primero a lo largo del mes de febrero; el Intermedio, Cuadro Segundo y Cuadro Tercero durante el mes de marzo.
El 30 de marzo queda aún tanto por hacer que Germán, hermano del compositor, se ofrece a ayudarlo copiando el texto. Una intervención decididamente desastrosa, pues al carecer de conocimientos musicales, comete gran número de errores. Falla presenta el manuscrito de todos modos, adjuntando una nota explicativa.
El 13 de noviembre de 1905 la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando hace público el dictamen de la Sección de Música por el que se concede el premio de mejor ópera española en un acto a La vida breve. Falla emprende de inmediato la corrección de la ópera con miras al estreno prometido por la Academia. Desencantado finalmente con esta posibilidad, en 1907 se lleva consigo la partitura a París, donde Dukas, Debussy y Albéniz no escatiman en elogios. Los dos franceses tendrán ocasión de escuchar la ópera íntegra, interpretada por Falla en la reducción para piano. La opinión de Dukas es que La vida breve debe estrenarse en la primera ocasión; se ofrece a Falla para aconsejarlo en cuestiones relativas a la orquestación y le pone en contacto con Millet, cuya adaptación de libreto al francés, con la aquiescencia de Fernández Shaw, queda completada en los primeros meses de 1908.
El propio compositor consideró siempre La vida breve como su última obra de juventud. Aquel ‘Premanuel de Antefalla’ —como le gustaba decir de sí mismo en la correspondencia con Leopoldo Matos—, tutelado por Felipe Pedrell, con quien estudia composición en privado hasta finales de 1904, había adquirido un dominio ya considerable en el manejo de las formas musicales y profundizado en el conocimiento de las tradiciones académica y folclórica. Es sin duda Pedrell quien despierta en Falla el deseo de estudiar las óperas de Wagner, tarea que emprende en solitario desde el momento en que las primeras partituras del alemán aparecen en Cádiz. Desde ese momento y hasta el final, Wagner estará presente en cada período creativo de Falla. La armonía cromática de La vida breve es casi siempre de influjo wagneriano; también lo es la práctica de la melodía continua y el empeño por presentar siempre la voz en condición de igualdad frente a la orquesta. Presente a lo largo de toda la ópera está la sonoridad enigmática y hechizante de la música flamenca.
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