Donald Trump no es un tipo que entienda de respetos, más allá del que opina que todo el mundo le debe a él. Respetar, parece que eso no es lo suyo, y en caso de hacerlo, lo guarda para aquellos a los que no se atreve a agarrar por salvas sean sus partes. Vladimir Putin y algún «tecnobro», por el momento, son los escasos ejemplos de gente a la que no no se lanza a apuntarles con el dedito, amenazarles, o insultarles. Rebuscando cuales son las cosas que puede admirar Trump, Anatomía del Día propone una opción para nombrar emisarios de todos los problemas sobre los que tengamos que discutir con él: los royals, o sea el conjunto de las familias reales. Encarnan las pocas cosas que le resultan golosas: riquezas, lujo, oro, mucho oro, palacios, coronas y cosas que brillan, rancios abolengos y toda la pompa y el boato que le pueden impresionar.
Ya que tampoco resuelven muchas papeletas en sus respectivos países y sus súbditos les tomamos bastante a cuchufleta, vamos a lanzarlos como armamento diplomático al único que hoy por hoy se impresiona con esas cosas, el presidente de EEUU. Bien organizados, podrán obtener mejores resultados que Starmer, Macron, Von Der Leyen y Sánchez juntos, que ya hemos visto que ellos y lo que representan se lo pasa Trump por el forro del fajín. Son tiempos de medidas desesperadas y hay que intentarlo todo. ¡Froilán, calienta que sales para USA!. Con Cristina Maestro.
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