Internet es un espacio donde podemos acceder a todo tipo de información en cuestión de segundos. Con frecuencia se ha comparado a la red de redes con una gran biblioteca, incluso haciendo referencia a términos ‘borgeanos’. Y la manera en que este conocimiento se ha organizado durante décadas es a través de páginas web. Los buscadores web como Google son entonces las principales puertas de acceso a este conocimiento.
Quienes juegan a los casinos online, por ejemplo, pueden buscar en Google o Bing una guía de ranura para aprender a jugar en una máquina tragamonedas en línea con una verdadera sensación de emoción, y por eso pueden encontrarse en los mejores sitios de tragamonedas en España. Y del mismo modo buscamos resultados deportivos, recetas de cocina, tutoriales de ajedrez, lecciones de física… Toda la información está a nuestro alcance en millones de webs.
El mundo online, sin embargo, está experimentando una impresionante revolución tecnológica gracias al auge de la inteligencia artificial: una revolución capaz de transformar este paradigma y llevar el flujo de información de internet a nuevos niveles. Los nuevos sistemas de IA lingüística como ChatGPT han puesto en jaque la posición de buscadores como Google, lo que ha impulsado a Alphabet a redoblar su inversión en sistemas similares como Bard.
¿La IA puede ser el fin de los buscadores online?
¿Es más conveniente hacerle una pregunta a Google, o hacérsela a ChatGPT? Hasta hace solo un par de años, resultaba casi impensable utilizar una plataforma distinta a Google para buscar información en internet. Sin embargo, la saturación en el mercado web –sobre todo en las industrias más lucrativas– y la extraordinaria eficacia de ChatGPT están haciendo que la balanza empiece a inclinarse en favor de la IA.
Esto ha ido un paso más allá con el lanzamiento de ChatGPT 4, una versión todavía más avanzada de la IA estrella de OpenAI. Esta versión no se vale simplemente de la información almacenada por ChatGPT, sino que realiza búsquedas online para ofrecer respuestas a sus usuarios. La IA se posiciona entonces como intermediaria entre los usuarios y las búsquedas web, haciendo que la publicidad web quede cada vez más obsoleta.
Es lógica la preocupación de Google. Y de cualquier empresa que gestione un buscador. Pero la IA no tiene por qué ser un problema para internet tal y como la conocemos. Microsoft está adoptando una estrategia innovadora: integrar la IA de ChatGPT en Bing. De esta manera podemos encontrar resultados web tradicionales y explicaciones sintetizadas de ChatGPT en cada búsqueda de Bing, combinando lo mejor de ambos mundos.
El peligro de la desinformación
Por otra parte, la IA no funciona solamente como un sistema de búsqueda de información, sino que también puede generarla. ChatGPT es capaz de escribir artículos al completo, e incluso se ha utilizado ya para escribir toda clase de libros. Cada vez más tutoriales, disertaciones, e incluso artículos académicos están en circulación gracias a la autoría de ChatGPT, que, por desgracia, no siempre se acredita de forma acorde.
Otro tanto ocurre con los sistemas de generación de imágenes como Midjourney o Dall-E. La capacidad de la IA para crear imágenes con un realismo fotográfico extraordinario no tiene precedentes, y, además, no es necesario que sus usuarios dispongan de ninguna clase de información técnica al respecto. Es por eso que instituciones como la EU están redoblando sus esfuerzos para atajar la desinformación, sobre todo en las redes sociales.
Capítulo aparte merecen los centros escolares y académicos, que están viendo cómo la IA se convierte en un auténtico dolor de cabeza a la hora de evaluar los trabajos presentados por los estudiantes. Ante la facilidad de uso de este tipo de IAs, y debido a que cada texto generado es diferente, se hace necesario volver a optar por sistemas de evaluación oral para garantizar que los y las estudiantes efectivamente dominen la asignatura.
¿Adaptarse y legislar es el camino a seguir?
Al tratarse de una tecnología tan vanguardista y disruptiva, la IA presenta toda una serie de desafíos que no pasan desapercibidos para nadie. Pero, al mismo tiempo, las oportunidades que nos trae son enormes. Los gobiernos de Estados Unidos, la UE o China coinciden en la necesidad de regular la IA, pero ninguno quiere renunciar al potencial que ofrece, así que todo apunta a que la IA continuará desarrollándose a pasos acelerados en los próximos años.
La clave quizá esté –como con tantos avances tecnológicos en el pasado– en un equilibrio entre la adaptación y la legislación. La IA debe tener límites que resultan muy evidentes ante sus posibles usos ilícitos o dañinos, incluyendo la generación de fotografías o vídeos falsos de personas públicas o privadas. Restringir lo que una IA puede y no puede hacer es fundamental para que podamos coexistir de forma sostenible con este tipo de tecnología revolucionaria.
Por otra parte, está claro que una tecnología de este tipo causará grandes cambios en la forma en que usamos muchas de nuestras herramientas digitales. Estos cambios llegarán para quedarse, así que nos conviene adaptarnos a ellos cuanto antes. En apenas unos años, la IA pasará a ser algo cotidiano, y las Big Tech deberán adoptarla si no quieren caer en el olvido.