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Guggenheim muestra su tristeza por la muerte de Richard Serra y destaca su admiración por la escultura vasca

Lucía Aguirre se ha referido al fallecimiento conocido esta madrugada del escultor californiano a los 85 años de edad
Guggenheim muestra su tristeza por la muerte de Richard Serra y destaca su admiración por la escultura vasca
Conjunto escultórico "La materia del Tiempo", de Richard Serra, exhibida en el Guggenheim Bilbao / EUROPA PRESS EUSKADI
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El Guggenheim de Bilbao se ha mostrado «profundamente triste» tras conocer la muerte del escultor Richard Serra (1938-2024) y ha destacado la relación «muy especial» y la «tremenda generosidad» mostrada por el artista con el museo. Igualmente, han destacado «la admiración» que sentía por la escultura vasca, y que «siempre demostró en público» por Jorge Oteiza y Eduardo Chillida.

Con estas palabras se ha referido la curator del Museo Guggenheim Bilbao, Lucía Aguirre, al fallecimiento conocido esta madrugada del escultor californiano a los 85 años de edad.

«Hoy, en el equipo del museo hay como una bruma y estamos profundamente tristes por su pérdida porque siempre fue tremendamente generoso con nosotros», ha manifestado.

En este sentido, Aguirre ha destacado que siempre fue un artista especial para el Guggenheim, al que «regaló» la gran instalación «La materia del Tiempo» que, ha subrayado, «se ha convertido en un peregrinaje para todos los grandes enamorados de la escultura, no solo contemporánea, sino de la escultura en general».

La especialista artística del museo ha afirmado que Serra es de esos artistas que «van a pasar a la historia del arte como uno de los grandes, no solamente del arte contemporáneo, sino por lo que ha aportado al arte en general», porque «trasciende el tiempo» y porque «se va a recordar su obra a lo largo de muchos siglos».

Aguirre ha destacado que Serra fue «un artista que ha estudiado, ha conocido, ha aprendido mucho del resto de los artistas porque era un gran conocedor de la historia del arte, tremendamente respetuoso y enamorado de la obra de otros artistas».

«Era una maravilla y un placer escucharle hablar de los grandes, no solamente de escultores, sino de pintores o dibujantes, con un respeto y con una admiración que no evitó que él no quisiera evolucionar y ir más allá de lo que habían hecho todos ellos hasta entonces», ha descrito.

En cuanto a su relación con el arte vasco, en especial, la escultórica, la curator ha subrayado que «conocía muy bien el arte vasco» y ha recordado que su primer encuentro con Jorge Oteiza fue en 1983, en la exposición organizada por el Bellas Artes de Bilbao donde expuso junto al escultor de Orio y también, de Frank Gehry, con quien volvería a coincidir como parte de la historia del Guggenheim Bilbao.

Fue en su visita a la facultad de Bellas Artes esos días, de la mano de los hoy consagrados Txomin Badiola o Darío Urzay cuando, durante su encuentro con los alumnos de la facultad de la UPV/EHU, tuvo la oportunidad de acercarse a ellos y allí descubrió la primera caja vacía de Oteiza.

Respecto a su vinculación al Guggenheim Bilbao, Lucía Aguirre ha afirmado que Serra fue «un artista fundamental» en el desarrollo del museo desde 1997, con la instalación de su primera escultura, y posteriormente en numerosas ocasiones y otras exposiciones, como la de sus dibujos junto a Seurat, al que admiraba, o de sus esculturas junto a las de Brancusi.

Lucía Aguirre ha resaltado que, sobre todo, lo que el escultor estadounidense ha dejado ha sido «ese amor, esa implicación y esa lucha que tenía por el arte contemporáneo, que le llevó hasta el final de sus días a trabajar en crear una obra que sirviera para que el público, el público que acude a ver sus obras, consiga establecer una relación especial con el espacio».

En este sentido, la experta ha señalado que, con sus instalaciones y sus obras monumentales, Richard Serra «nos ha descubierto el espacio» porque «consigue que nuestra percepción se vea modificada y que entendamos todo lo que sucede a nuestro alrededor de una manera diferente».

En esta línea, ha añadido que sus obras «nos perturban» y además, dentro de esa perturbación, «consigue revelarnos de una manera muy simple, muy cómoda y muy natural algo que ahí existe y que él solamente ha sido capaz de llevarlo a la escultura».

Preguntada por cómo recuerda todo el proceso de instalación de su monumental pieza «La materia del Tiempo», Aguirre ha apuntado que colaborar con él durante todo el proceso «fue una maravilla».

La relación arrancó en 1999 tras una primera instalación en el museo, las torsiones elípticas y de allí surgió la idea de crear esa obra específicamente para el museo y que hoy día ocupa la mayor sala disponible en el museo bilbaíno.

La curator ha recordado que Serra permaneció en Bilbao durante seis semanas, en el museo, todos y cada uno de los días, trabajando con nosotros y con los instaladores».

En este sentido, ha detallado que, las planchas utilizadas en la instalación, tenían que ir adquiriendo una pátina especial, para lo cual, «había que regarlas y él estaba también con la manguera, regando las planchas un sábado, un domingo, todos los días, en los que iba siempre dibujando con su cuaderno todo lo que sucedía alrededor, por lo que suponemos que tiene que haber dejado miles y miles de cuadernos».

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