Cada año, en los meses de mayo y octubre, las flores de Puppy se cambian para adecuar su pelaje a las estaciones. Se trata de un proceso complejo que requiere del trabajo de 20 personas durante nueve días. A ello se añaden dos semanas más cuando hay que cambiar la turba. El «traje» de otoño de Puppy está compuesto por violas y pensamientos azules, morados, blancos y amarillos.
Estas flores soportan bien las bajas temperaturas. Sustituirán a las begonias, alegrías y petunias de vivos colores que lo cubren en verano. Pero el interior de Puppy incluye un prodigio de la ingeniería. Es una estructura de acero y hormigón. Sobre este esqueleto se dispone un manto de turba, una malla metálica y un manto geotextil verde sobre el que crecen las plantas. Todo ello con un sistema de riego digital y sostenible.