Los influyentes hijos de la diáspora

Algunos célebres vasco-estadounidenses han logrado alcanzar cargos de gran influencia política
Los influyentes hijos de la diáspora
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La presencia vasca en los Estados Unidos se remonta a finales del siglo XIX. Por tanto, no es de extrañar que ilustres vasco-estadounidenses hayan ocupado también cargos de relevancia en la siempre apasionante política americana. En EgunOn Jaialdi repasamos las biografías de aquellos que, sin perder ni un ápice de identidad vasca, han ocupado cargos de responsabilidad en los distintos niveles de la administración estadounidense.

Pete T. Cenarrusa (1917–2013): medio siglo al servicio de Idaho y la causa vasca

Mientras la diáspora vasca se afianzaba en el oeste de EE.UU. a mediados del siglo XX, emergieron líderes locales profundamente conectados con sus raíces. Pete Thomas Cenarrusa, hijo de inmigrantes vascos de Bizkaia, nació en 1917 en una pequeña comunidad ganadera de Idaho. Sus padres, José “Joe” Zenarruzabeitia (de Munitibar) y Ramona Gardoqui (de Gernika), le inculcaron la lengua y cultura vasca desde niño. Cenarrusa sirvió en la Marina durante la Segunda Guerra Mundial y luego inició una extraordinaria carrera política en Idaho, que se extendió por más de 50 años.

Fue elegido diputado estatal en 1950 y llegó a ser presidente de la Cámara de Representantes de Idaho en 1963. En 1967 asumió como Secretario de Estado de Idaho, cargo en el que sería reelecto repetidamente hasta su jubilación en 2003. En total, Cenarrusa se convirtió en el funcionario electo con más años de servicio continuo en la historia de Idaho.

Además de su longeva trayectoria institucional, Pete Cenarrusa destacó por ser un firme embajador de la causa vasca desde su posición pública. En pleno franquismo, utilizó su influencia para defender los derechos humanos del pueblo vasco: en 1970 convenció al entonces gobernador de Idaho de enviar una petición al régimen de Franco para garantizar justicia en el Proceso de Burgos. Él mismo organizó un comité de 200 vasco-estadounidenses de Idaho que presionó a Franco solicitando clemencia para los acusados, incluso obteniendo el apoyo del senador federal Frank Church en esta iniciativa.

Cenarrusa viajó por primera vez al País Vasco en 1971, recorriendo los pueblos natales de sus padres en Bizkaia. Allí sorprendió gratamente a los periodistas locales hablando euskera con fluidez, aunque casi no dominaba el castellano. A su regreso, impulsó que la legislatura de Idaho aprobara por unanimidad una declaración instando a España a respetar la Declaración Universal de los Derechos Humanos, documento que el senador Church presentó luego en el Senado de EE.UU.

Tras la muerte de Franco, Cenarrusa siguió tendiendo puentes: en 1977 fue observador oficial en las primeras elecciones democráticas vascas, y en 1987 acompañó al lehendakari José Antonio Ardanza a una recepción con el presidente Ronald Reagan, momento en que Ardanza llegó a proponer humorísticamente que Idaho se convirtiera en la “octava provincia vasca”. Siempre orgulloso de sus raíces, en 2003 Pete y su esposa Freda crearon la Cenarrusa Foundation for Basque Culture, para promover la difusión de la historia y cultura vasca en Idaho y el resto del país. Al fallecer en 2013, Cenarrusa era recordado no solo como una institución política de Idaho, sino como “vasco antes que republicano”, un servidor público que antepuso su amor por la patria de sus antepasados a las divisiones partidistas.

Otros líderes vascos de Idaho: El legado de Cenarrusa en Idaho continuó en manos de otros descendientes de vascos. Tras su retiro, otro vasco-estadounidense, Benito “Ben” Ysursa, ocupó el cargo de Secretario de Estado de Idaho entre 2003 y 2015, habiendo servido previamente como lugarteniente de Cenarrusa durante casi tres décadas. Así, la comunidad vasca mantuvo una presencia destacada en la política idahoense durante más de medio siglo.

Paul Laxalt (1922–2018): del caserío a la Casa Blanca, el amigo vasco de Reagan

En el mismo periodo posguerra brilló en Nevada la figura de Paul Dominique Laxalt, quizás el político vasco-estadounidense más influyente a nivel nacional. Nacido en 1922 en Reno, Nevada, Paul fue hijo de dos inmigrantes vascos: su padre Dominique (Domingo) Laxalt, pastor originario de Zuberoa (Soule, territorio vasco-francés), había llegado a EE.UU. en 1904; su madre Theresa Alpetche, nacida en Baja Navarra, emigró en 1920 y regentó el French Hotel de Carson City. Creció pues en el entorno de una típica familia vasca de rancheros y hosteleros del oeste americano. Tras servir como médico militar en Filipinas durante la Segunda Guerra Mundial, Laxalt estudió Derecho y pronto entró en la arena política de Nevada.

Inició su carrera ganando la elección como fiscal de distrito en 1950, y de allí ascendió a vicegobernador del estado en 1963. Aunque en 1964 perdió por apenas 48 votos su primer intento de llegar al Senado federal, no se dio por vencido: en 1966 se presentó a gobernador de Nevada y triunfó, sirviendo un mandato (1967–1971) durante el cual impulsó la creación de los primeros colegios comunitarios y la facultad de medicina en el estado.

Tras un breve paréntesis fuera de la vida pública, Paul Laxalt fue llamado de nuevo a la política nacional en 1974, ganando esa vez sí un escaño como senador de EE.UU. por Nevada. Ocupó el Senado entre 1974 y 1987, período en el cual se ganó fama de “hombre franco y directo” y tejió amistades a ambos lados del pasillo legislativo. Laxalt pronto entabló una relación muy estrecha con su vecino, el entonces gobernador de California Ronald Reagan.

Aquella amistad, cimentada en valores compartidos y quizá en la afinidad de Reagan por la cultura vasca (el presidente admiraba la antigüedad foral vasca, según algunas referencias históricas), se volvió legendaria. Reagan solía llamarlo “el primer amigo”First Friend – debido a la confianza personal que depositaba en él. De hecho, Laxalt estuvo a punto de ser elegido candidato a vicepresidente en la fórmula de Reagan en 1980, honor que finalmente recayó en George H.W. Bush.

No obstante, como hombre de máxima confianza, Laxalt jugó un papel crucial tras bambalinas: fue presidente de la campaña presidencial de Reagan y uno de sus consejeros informales más influyentes durante la Casa Blanca. Gracias a su mediación, numerosos nevadenses y conocidos suyos ocuparon cargos en Washington durante la era Reagan. Con aspiraciones propias, Laxalt llegó a lanzar una breve precandidatura presidencial en 1987, aunque se retiró pronto de la contienda. Al concluir su segundo mandato en el Senado, se retiró de la política activa como una figura respetada transversalmente. Falleció en 2018 a los 96 años, y el propio Reagan lo había descrito décadas antes como “un amigo en todo el sentido de la palabra”.

Pese a haberse proyectado principalmente en asuntos nacionales, Paul Laxalt nunca olvidó su herencia vasca. Su hermano, Robert Laxalt, fue un renombrado escritor que narró la vida de su padre pastor en el País Vasco en la aclamada novela Sweet Promised Land (1957). Paul, por su parte, apoyó la creación del Centro de Estudios Vascos en la Universidad de Nevada-Reno – aparece en fotografías inaugurando actividades de dicho programa junto a su esposa – y se enorgullecía públicamente de sus raíces.

En un ejemplo de colaboración entre familiares de distinta ideología, tanto Paul Laxalt (republicano) como el demócrata John Garamendi (del que hablaremos más adelante) fueron elogiados por su capacidad de tender puentes y trabajar con el partido opuesto sin renunciar a sus valores. Laxalt encarnó así la síntesis del espíritu vasco en América: hijo de humildes pastores euskaldunes, llegó a codearse con presidentes y a dejar su impronta en la política nacional sin perder la sencillez ni el orgullo por su origen.

John Garamendi (1945): de California a Euskadi, identidad vasca en el Congreso

El relevo de Laxalt en el escenario federal llegó con John Garamendi, quien en 2009 se convirtió en el segundo vasco-estadounidense en el Congreso de EE.UU. (el primero había sido el propio Laxalt décadas atrás). Nacido en 1945, Garamendi creció en California dentro de una familia de rancheros orgullosos de su sangre vasca. Su abuelo Saturnino Garamendi había emigrado desde Ispaster, en 1906 en busca de oportunidades, estableciéndose primero en las minas de Utah y luego como hotelero en Nevada y California. La abuela de John, María, provenía de Mutriku. John Garamendi heredó de ellos una ética de trabajo y superación muy propia de los inmigrantes vascos, resumida en el consejo que su aitona Saturnino le dio al entrar en la vida pública: “asegúrate de que la próxima generación esté mejor que la tuya”.

Tras estudiar en la Universidad de California-Berkeley – donde fue jugador de fútbol americano – Garamendi optó por el servicio: renunció a una potencial carrera profesional deportiva para unirse al Cuerpo de Paz junto a su esposa Patti. Sirviendo en Etiopía a finales de los 60, vivió la solidaridad internacional, luego se tituló con un MBA en Harvard y volvió a California dispuesto a participar en la política de su estado. A inicios de los años 70 ganó un escaño en la Asamblea Estatal de California, dando inicio a una dilatada carrera pública.

A lo largo de cinco décadas, John Garamendi ha ocupado numerosos cargos: fue senador estatal en California, vicesecretario del Interior de EE.UU. bajo la presidencia de Bill Clinton, Comisionado de Seguros de California en dos períodos, y vicegobernador de California (2007–2009). Finalmente, en 2009 fue elegido al Congreso de los EE.UU., donde continúa representando a California hasta el día de hoy.

Garamendi siempre ha llevado por bandera su identidad vasca. Más allá de su impecable currículum político, es conocido por su activa conexión con la diáspora y la cultura de sus ancestros. Cada año, desde hace más de 40, John y Patti Garamendi organizan una tradicional barbacoa vasca (Basque BBQ) en su rancho familiar de California, reuniendo a cientos de amigos y miembros de la comunidad vasco-americana para disfrutar de chorizos y otros platos típicos. Garamendi también fue pieza clave para traer a Washington D.C. un símbolo muy querido de Euskadi: en 2018 colaboró con autoridades vascas para plantar un retoño del Árbol de Gernika en los jardines del Capitolio de EE.UU., como símbolo de libertad y perdurabilidad de los lazos entre ambos pueblos.

Por gestos como ese, en 2014 Garamendi fue galardonado con el Premio Sabino Arana, que reconoce a personas que fortalecen la conexión entre Euskadi y la diáspora. Su discurso de agradecimiento lo pronunció en euskera aprendido de sus abuelos. En suma, Garamendi ha demostrado que es posible servir al interés público estadounidense mientras se honra orgullosamente la herencia cultural vasca. Como él mismo dice, “Euskadi y Estados Unidos comparten el amor por la libertad”, y su vida ha sido un puente viviente entre ambas orillas del Atlántico.

Dave Bieter (1959): Boise, una ciudad con alma vasca

No solo en las altas esferas federales se aprecia la huella vasca; también a nivel local ha habido líderes que integraron su cultura de origen en el servicio público. Un ejemplo destacado es David H. “Dave” Bieter, alcalde de Boise, Idaho durante cuatro mandatos (2004–2020). Nacido en 1959 en el seno de una conocida familia vasco-estadounidense de Boise, Dave Bieter creció literalmente entre dos mundos: en casa hablaba euskera y participaba en las tradiciones vascas locales, mientras fuera de casa se forjaba en la comunidad estadounidense.

Su padre, Pat Bieter, fue profesor y uno de los fundadores del programa de Estudios Vascos en la Boise State University, además de legislador estatal; su madre, Eloise Garmendia, también era de raíces vascas. De adolescente, Dave vivió un año en el País Vasco franquista (1974–75) cuando sus padres llevaron a un grupo de estudiantes de Idaho a estudiar allí, experiencia que afianzó su dominio del idioma y su amor por la tierra de sus abuelos.

Tras ejercer como abogado, Dave Bieter entró en política ocupando en 1999 el escaño estatal que había dejado vacante su padre Pat al fallecer. Pero su logro mayor vino en 2003, al ser elegido alcalde de Boise, la capital de Idaho. Bieter fue reelegido sucesivamente en 2007, 2011 y 2015, llegando a ser el alcalde más longevo en la historia moderna de la ciudad.

Durante sus 16 años al frente del ayuntamiento, Boise experimentó un renacimiento urbano y una proyección nacional, y Bieter siempre puso en valor la herencia vasca en esa transformación. Bajo su liderazgo, Boise fortaleció su identidad como “ciudad de acogida” para inmigrantes y refugiados, algo que Bieter asocia con la memoria de sus abuelos vascos que llegaron allí con una maleta y encontraron oportunidades. “Mi propia vida es un ejemplo de cómo funciona la experiencia inmigrante en Estados Unidos,” escribió Bieter en 2016, recordando cómo su aitite llegó en 1912 desde Bizkaia para ganarse la vida como pastor de ovejas en Idaho. Con orgullo señalaba que Boise fue construida por manos de gente venida de fuera, “como nuestros propios antepasados vascos”, y abogaba por seguir siendo una ciudad abierta y diversa.

En lo cultural, Dave Bieter ha sido un promotor incansable de las tradiciones vascas en la vida boiseana. Además de hablar fluidamente euskera y español, bailó durante años en el grupo Oinkari de danzas vascas y presidió centros y organizaciones solidarias vascas locales. Durante sus mandatos, Boise potenció su barrio vasco (el Basque Block) como atractivo turístico e histórico, hermanándose con ciudades del País Vasco. En 2005, el lehendakari Juan José Ibarretxe entregó personalmente a Bieter un reconocimiento oficial por su labor difundiendo la cultura vasca en el mundo.

De esta forma, la figura de Dave Bieter simboliza la simbiosis entre Boise y Euskal Herria: una ciudad norteamericana orgullosa de su componente vasco, representada por un alcalde que hizo del “ongi etorri”  su filosofía política. Aunque en 2019 Bieter no logró un quinto mandato, su legado persiste en una Boise vibrante donde ondea la ikurriña y se escuchan apellidos euskaldunes en el ayuntamiento.

El legado vasco en una política muy polarizada

El comienzo del siglo XXI ha visto surgir a jóvenes políticos estadounidenses que reivindican abiertamente su linaje vasco, demostrando que esta herencia sigue viva en la política contemporánea. Uno de los más conocidos es Adam Paul Laxalt (n. 1978), nieto del ya citado Paul Laxalt. Aunque Adam creció principalmente en Washington D.C., siempre ha destacado sus raíces nevadenses y vascas: se presenta a sí mismo como “cuarta generación de nevadenses” y bisnieto de pastores vascos que llegaron en 1900 a las montañas de Sierra Nevada para criar ovejas. Tras servir como abogado de la Armada, Adam Laxalt saltó a la arena política ganando la elección como Fiscal General de Nevada (2015–2019). Su carrera despegó con ambición, postulándose en 2018 a gobernador de Nevada y en 2022 al Senado federal.

En ambas contiendas recibió un fuerte apoyo de grupos conservadores nacionales, aunque finalmente no obtuvo la victoria en las urnas. Sin embargo, más allá de sus resultados electorales, Adam Laxalt ha aportado visibilidad a la comunidad vasca en la política actual. Cada año organiza un evento multitudinario de recaudación de fondos llamado “Basque Fry”, inspirado en las antiguas parrilladas de cordero de los ranchos vascos.

 Si bien sus posiciones políticas han generado divisiones incluso dentro de su propia familia (algunos parientes lo criticaron por, en su opinión, “explotar la herencia vasca” mientras apoyaba políticas duras contra los inmigrantes), lo cierto es que Adam Laxalt ha contribuido a que la identidad vasco-americana siga presente en el discurso público. Su énfasis en la herencia familiar demuestra que, aún en la política hiperpartidista de hoy, las narrativas de origen y esfuerzo de inmigrantes –como la de su bisabuelo venido de Euskadi con un rebaño– resuenan en el imaginario estadounidense.

Desde el lado demócrata, no se puede pasar por alto la figura de Rafael Michael Anchía (Miami, 26 de septiembre de 1968), actual miembro de la Cámara de Representantes de Texas y con quien se reunirá Aitor Esteban. Hijo de inmigrantes, se crio en una familia orgullosa de sus raíces vascas. Estudió en la Southern Methodist University (SMU) y se licenció en Derecho en la Universidad de Tulane. Además de ejercer como abogado, cofundó la firma de inversión Civitas Capital Group y ha impartido clases universitarias, combinando su carrera profesional con un profundo compromiso cívico. Desde 2005 representa al Distrito 103, en la zona de Dallas, en la Legislatura tejana, donde se ha ganado reconocimiento por su dedicación al servicio público y la defensa de los derechos civiles. A Anchía se le ha podido ver incluso luciendo con orgullo los colores del Eibar durante una visita a la villa armera.

No son los únicos políticos de ascendencia vasca continúan activos en diversos niveles. En Nevada, el veterano ranchero Pete Goicoechea (n. 1949), de apellido vizcaíno, ha servido como legislador estatal durante dos décadas e incluso lideró la bancada de la Asamblea de Nevada. En el Congreso, aunque en distinto espectro ideológico que Garamendi, destaca el controvertido Paul Gosar (Arizona), cuya familia materna procede de Banka. Y a nivel local, apellidos de origen vasco aparecen frecuentemente en alcaldías, comisiones de condado y órganos públicos en estados del oeste, reflejo de comunidades que antaño se formaron en torno a las cuadrillas de pastores.

De esta forma, desde las tierras altas de Idaho hasta los casinos de Nevada, desde las planicies de California hasta el Capitolio en Washington, la aportación vasca a la política estadounidense ha sido pequeña en número pero significativa en influencia. Los vascos, pueblo amante de la libertad y de honda tradición democrática foral, han encontrado en Estados Unidos un segundo hogar donde varios de sus hijos y nietos han llegado a ocupar posiciones de liderazgo. Sus historias –la del pastor que cría a un gobernador, la del inmigrante que lucha por los derechos de otros inmigrantes, la del nieto que honra con orgullo las costumbres de su abuela– enriquecen el mosaico cultural y político de Norteamérica.

 Como el retoño del árbol de Gernika plantado frente al Congreso por iniciativa de John Garamendi, las raíces vascas han echado tallos firmes en suelo americano, simbolizando una amistad transatlántica forjada en valores compartidos de libertad, perseverancia y comunidad. La influencia de los vascos en la política de EE.UU., aunque discreta, perdura en cada logro de estos servidores públicos orgullosos de su origen euskaldun.

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