Hoy dedicamos nuestro programa a uno de los grandes nombres de la música española contemporánea, un compositor cuya obra atraviesa sin esfuerzo lo académico, lo popular, lo cinematográfico y lo profundamente emocional: Antón García Abril. Un creador para quien la melodía —esa línea que canta— siempre estuvo en el centro de todo. Un compositor que hizo moderna la tradición, y cercana la modernidad.
Para entender a García Abril hay que situarlo en el panorama musical del siglo XX. Tras la Guerra Civil, la música española convivía con distintas corrientes: por un lado, una tendencia neoclásica heredada de Falla y Halffter; por otro, la más académica línea sinfónica que aún miraba a la tradición; y, ya desde los años 50, la llegada del serialismo, la vanguardia electroacústica y la experimentación radical.
En este contexto surge Antón García Abril, formado entre España e Italia, espectador y protagonista de una época de cambios, pero decidido a crear un lenguaje propio.
Un lenguaje moderno, sí, pero que nunca renunció a la claridad. Su música es abiertamente lírica, emocional, transparente, construida con rigor pero pensada para comunicarse.
García Abril no quiso elegir entre tradición o modernidad: optó por la síntesis, por una música que habla al público sin concesiones simplistas, y que utiliza la orquesta como un gran cuerpo sonoro al que hacer respirar, vibrar y cantar.
Nacido en Teruel en 1933, García Abril estudió en el Conservatorio de Madrid y en Siena, donde se empapó del estilo europeo más avanzado. Fue profesor de Composición durante más de treinta años, académico de Bellas Artes y autor de un catálogo vastísimo: sinfonías, conciertos, música coral, ópera, cámara… y, por supuesto, bandas sonoras.
Esa doble faceta —la de compositor “puro” y creador audiovisual— se retroalimentó siempre. En lo sinfónico encontramos su capacidad narrativa; en su música para la imagen, ese sello melódico inconfundible.
García Abril fue, además, un compositor de músicos: intérpretes de todas las generaciones han celebrado la claridad con la que escribe para cada instrumento. Y por todo ello se ha convertido en una figura imprescindible de la música española contemporánea.
No podemos cerrar un monográfico sobre Antón García Abril sin detenernos en una faceta decisiva en su carrera: su música para el cine y, muy especialmente, para la televisión.
Porque si su obra sinfónica lo sitúa entre los grandes compositores españoles del siglo XX, es su música audiovisual la que lo convirtió en una voz familiar para varias generaciones de oyentes.
Entre los años 60 y 90, García Abril compuso más de doscientas bandas sonoras. Lo que lo distingue no es la cantidad, sino la calidad sinfónica que llevó a la pantalla. En una época en la que la música televisiva solía ser funcional y discreta, él apostó por melodías memorables, orquestaciones ricas y un lenguaje cuidado, digno de la sala de conciertos
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