Ciencia y salud
Esta semana hemos podido conocer de cerca cómo trabajan los profesionales del habla en nuestro entorno. La vuelta a la escuela tras las Navidades ha coincidido con la profusión de casos de Omicron. Por eso, esa incorporación ha vuelto a realizarse con la obligación de llevar mascarilla para aquellos niños y niñas con seis años cumplidos. También para los menores de esta edad que comiencen el primer curso de Educación Primaria, dentro de las aulas. Esto, añadido a la necesidad del uso de mascarillas por parte del profesorado y de los técnicos y auxiliares de Educación Infantil, plantea un escenario muy complejo. Sobre esta realidad hemos podido reflexionar con el Colegio de Logopedas del País Vasco.
Tal y como explica Antonio Clemente, presidente de esta entidad, «los menores con discapacidad auditiva, los que tienen un trastorno de desarrollo del lenguaje, aquellos con alguna dificultad respiratoria y los más pequeños en las guarderías, son los que presentan un mayor riesgo de tener perjuicios».
Especiales dificultades
En el caso de las guarderías y Educación Infantil, el logopeda destaca que «los niños hasta los cuatro meses de edad suelen fijarse en los ojos más que en los labios del interlocutor. Cuando tienen entre cuatro y ocho meses están aprendiendo a balbucear y se fijan más en la boca que en los ojos. Desde muy pequeños, son muy sensibles a la información articulatoria. Esto les ayuda a especializarse y perfeccionar la fonología de su lengua materna. Por estas razones, la mascarilla impide que los niños dispongan de todos los elementos habituales para percibir y comprender el habla. Esto podría afectar su proceso de aprendizaje de la lengua durante los primeros años».
Discapacidad auditiva
Con respecto a los niños y niñas con algún tipo de discapacidad auditiva, «las mascarillas opacas son una barrera evidente para la comunicación y son un problema en los niños con sordera, pérdida de audición y otras necesidades especiales, como implantes cocleares».
Esto es así porque las mascarillas «amortiguan la voz, reducen la calidad del sonido, imposibilitan la lectura labial y los indicadores no verbales e, igualmente. También dificultan la interpretación de la intencionalidad del mensaje. Por eso, aunque los niños y sus interlocutores adultos usen la lengua de signos para hablar con otros signantes, ambos se ayudan mucho la lectura labial cuando el interlocutor utiliza lenguaje oral, por lo que es inevitable que el uso de la mascarilla opaca les afecte».
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