Hablar de Wagner es hablar de una auténtica revolución. Antes de él, la ópera era un desfile de arias, dúos y números cerrados. Placer melódico puro. Wagner llega y dice: esto puede ser algo más grande. Un drama continuo, sin interrupciones, donde la música no acompaña… sino que piensa, sugiere, recuerda, presagia.
Aquí nace el famoso leitmotiv: pequeñas células musicales que representan personajes, lugares, objetos, ideas… y que se transforman igual que se transforma la historia.
Esto hoy lo usa todo el mundo: desde John Williams con Star Wars hasta videojuegos.
Además, Wagner impulsa la idea del arte total, donde palabra, música, escenografía y mito forman un bloque inseparable. Y, ojo, Lohengrin es especialmente interesante porque está en el centro de su evolución: conserva el romanticismo, la belleza melódica suave, incluso la magia del cuento… pero ya apunta hacia lo que vendrá después, como Tristán e Isolda o El anillo del nibelungo.
CONTEXTO HISTÓRICO Y POLÍTICO
Wagner compone Lohengrin entre 1845 y 1848, años de revoluciones liberales en Europa. Todo estaba agitado: monarquías tambaleándose, burguesías reclamando reformas, ideas nacionalistas germinando.
Y Wagner… bueno, Wagner era un volcán político. Participó en la revolución de Dresde en 1849, y tuvo que huir con orden de arresto. Así que, cuando Lohengrin se estrenó en 1850 en Weimar, él estaba exiliado en Suiza. Quien dirigió el estreno fue nada menos que Franz Liszt, uno de los grandes impulsores de su música.
Wagner escribe el libreto basándose en la leyenda medieval del Caballero del Cisne, conectada a la literatura germánica del Grial, probablemente de origen en Wolfram von Eschenbach, el mismo poeta medieval en el que se basaría después para Parsifal.
Y, por debajo de la historia, hay ecos muy del siglo XIX:
— la búsqueda de legitimidad política,
— la figura del líder idealizado,
— la tensión entre fe ciega e incertidumbre humana,
— y un interés creciente por las raíces culturales “nacionales”.
Es un mito medieval, sí, pero es también un espejo del mundo en crisis en el que Wagner vivía.
ARGUMENTO GENERAL
En Brabante, Elsa es acusada de haber matado a su hermano pequeño, el heredero legítimo. Ella lo niega y dice haber soñado con un caballero enviado por el Cielo para defenderla.
Ese caballero aparece: llega en una barca tirada por un cisne blanco. Se ofrece a luchar por ella y a casarse con ella… pero hay una condición:
Elsa nunca podrá preguntarle su nombre ni su origen.
Ella acepta. Pero la duda, la manipulación y los celos llevan a que, en la noche de bodas, Elsa haga la pregunta prohibida.
Él se revela como Lohengrin, caballero del Grial, hijo del mismísimo Parsifal. Y, al desvelarse, está obligado a marcharse.
El cisne regresa… y resulta ser el hermano perdido de Elsa, víctima de un hechizo.
La historia acaba en un aura entre mística y trágica.
CLAVES DE INTERPRETACIÓN y SIGNIFICADOS
Más allá del argumento, Lohengrin toca temas muy profundos:
— La fe versus la duda: Elsa no necesita saber… necesita creer; y sin confianza no hay milagro posible.
— El héroe idealizado: Lohengrin es perfecto, pero precisamente por eso es incompatible con el mundo real.
— La tensión entre lo sagrado y lo humano: el Grial es pureza absoluta; la política de Brabante es barro, intriga y poder.
— El mito nacional: Wagner no lo pensó con los usos posteriores, pero sí buscaba una identidad cultural alemana basada en los mitos medievales.
— Y algo muy actual: la necesidad de transparencia en un líder. Elsa quiere saber quién es, de dónde viene. Hoy lo llamaríamos “rendición de cuentas”. En el siglo XIX, Wagner lo convierte en tragedia.
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