

La música clásica vasca ha dado figuras de renombre internacional en el pasado y sigue dándolas en el presente. Maurice Ravel es sin duda uno de los grandes compositores de origen vasco. Ravel representa una de las tendencias comunes a muchos compositores vascos: trabajan fuera del País Vasco, lo hacen en otros idiomas, pero jamás olvidan su identidad vasca.
Con la Ilustración, con la mirada puesta en Europa y sobre todo en Francia, comenzaron los intentos por modernizar la música clásica vasca. La Real Sociedad Bascongada de Amigos del País fue la base de este movimiento y desarrolló, no sin oposición, una intensa actividad musical desvinculada de lo religioso. En aquel ambiente surgió la figura del compositor Juan Crisóstomo Arriaga quien compuso su primera obra a los once años. Su muerte prematura sin cumplir los veinte años privó a la música vasca de una figura excepcional.
En el ambiente musical madrileño de finales del XVIII destacaron dos músicos de origen vasco: Hilarión Eslava y Blas de Laserna. El primero marcó la transición en la música española de los usos religiosos al patronazgo profano. El segundo fue el gran maestro de la tonadilla escénica. A fines del siglo XIX surgen en buena parte de Europa las llamadas escuelas nacionalistas, que buscan integrar las tradiciones musicales de cada pueblo dentro de la música erudita. En el caso vasco, esos elementos serán el zortziko, que se identifica de la mano de José María Iparragirre y, en mucha menor medida, la jota.
A principios del siglo XX hubo el intento de elaborar una ópera nacional en euskera, pero este proyecto se vio eclipsado por el éxito de la zarzuela en castellano. Las zarzuelas de Jesús Guridi y Pablo Sorozabal tuvieron un gran éxito. Mientras, Jose Antonio Zulaika Aita Donostia despuntaba en la investigación de la música vasca.
Después de la guerra civil el propio Guridi y Francisco Escudero, Karmelo Bernaola y Antton Larrauri fueron los compositores más relevantes.
En la actualidad, Agustín González Acilu es uno de los compositores más relevantes del panorama contemporáneo vasco. Con todo, la figura más conocida a nivel internacional de la composición musical vasca, no cabe duda, es Luis de Pablo. La continua experimentación es una característica común a ambos. En las generaciones posteriores Zuriñe Fernández Gerenabarrena, discípula de Bernaola, brilla con luz propia. También habría que citar a Ramón Lazkano y a Gabriel Erkoreka, faltaría más.
Igual que Bernaola ha compuesto para el cine. En ese ámbito, el trabajo de Angel Illarramendi y Alberto Iglesias es imprescindible. Y en los últimos tiempos, destaca en el panorama de las bandas sonoras el vizcaíno Fernando Verlázquez.
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