Sociedad
Fueron la sal de nuestros días y la diversión de nuestras noches. Las plataformas como HBO o Netflix contienen, en su catálogo, esa nostalgia de volver a casa después de un día duro y sentarse con los seres queridos a disfrutar de una historia en formato televisivo. Antes de que existieran, incluso antes de que apareciera el DVD en nuestras vidas, los videoclubs estaban ahí para llenar nuestras tardes de los domingos
El plan era llegar, elegir, conquistar. Caminabas entre sus estanterías, observabas las carátulas, leías la sinopsis (esta te la habían recomendado) y te decidías por una. Atrás queda la vieja costumbre de rebobinar la cinta para devolverla en su perfecto estado, pues se trataba de un acto de decencia comparable a saber diferenciar cuál es el orgánico a la hora de reciclar.
¿Qué ha pasado con ellos?
Los videoclubs fueron uno de los lugares preferidos por muchos españoles hasta finales de los años 90, y su estela fue apagándose poco a poco a principio de los 2000, a medida que la piratería cobraba fuerza en nuestro país.
Hoy, que podemos ver una película tranquilamente en el móvil mientras viajamos en el metro, esa idea de ir a un sitio a alquilar una cinta parece un tanto excéntrica, reservada para unos pocos románticos. Ya nadie parece tener tiempo para leer sinopsis.
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