

Cada cinco años, durante el último fin de semana de julio, Boise (Idaho) se convierte en la capital de la cultura vasca en los Estados Unidos gracias a Jaialdi. Esta celebración de seis días aúna música, danza, deporte, gastronomía y encuentros comunitarios, reuniendo a decenas de miles de personas de la diáspora vasca y de la propia Euskadi.
¿Por qué en Boise?
Desde finales del siglo XIX, Idaho atrajo a numerosos inmigrantes vascos —muchos de ellos pastores de ovejas— gracias a las oportunidades en las minas de plata y oro y en la creciente industria ganadera. Con el tiempo, Boise se consolidó como el principal asentamiento vasco en EE. UU., dando lugar al histórico Basque Block, un barrio donde hoy se ubican el Anduiza Hotel, la pelota frontón y el Basque Museum & Cultural Center, fundado en 1985 para preservar la memoria y las raíces de esta comunidad.
Orígenes y primeras ediciones
Jaialdi nació en 1987 como un evento de carácter único. Más de 30 000 asistentes vivieron aquel primer desfile, misa, exposición de deportes rurales, danzas y bocados tradicionales. Tal fue el éxito de la convocatoria que, tres años después, en 1990, el gobernador Cecil Andrus impulsó una segunda edición para conmemorar el centenario de la estadidad de Idaho; el éxito consolidó Jaialdi como una cita quinquenal.
Importancia para la diáspora
Boise cuenta hoy con cerca de 16 000 residentes de origen vasco, la mayor concentración fuera de Euskadi. El Jaialdi funciona como punto de encuentro intergeneracional: abuelos que trajeron sus tradiciones tras el éxodo del siglo XX, hijos y nietos que buscan reforzar su identidad, y visitantes llegados directamente desde Gipuzkoa, Bizkaia o Navarra. Durante la fiesta, se ofrecen desde exhibiciones de harrijasotzailes hasta talleres de euskera, creando un espacio de reafirmación cultural y de hermandad mundial.
Legado y futuro
Tras la interrupción forzada de 2020–2022 por la pandemia, Jaialdi 2025 promete ser la edición más ambiciosa hasta la fecha, con un programa que sigue creciendo y volviendo a poner a Boise en el mapa cultural global. Gracias al esfuerzo de cientos de voluntarios, este festival no solo celebra la riqueza del pasado, sino que avanza con fuerza hacia nuevas generaciones, asegurando que el espíritu vasco siga vivo y vibrante en Idaho y más allá.