
La responsable de Operaciones en Oriente Medio de Acción contra el Hambre, Natalia Anguera, ha explicado en EgunON Magazine que la declaración de hambruna en Gaza «ha oficializado una situación» que las ONG han venido constatando sobre el terreno desde hace meses. Anguera ha confiado en que esta etiqueta «ha servido para movilizar a los gobiernos» y para permitir, de forma inmediata, la entrada de alimentos y medicinas en la franja.
El hambre se ha convertido en una amenaza mortífera
Anguera ha subrayado que el hambre, entendida en sentido amplio —sin acceso a un techo seguro, a agua suficiente y a alimentos—, «ha sido una de las formas más mortíferas e indignas» para la población gazatí. Ha recordado que declarar hambruna «ha sido algo excepcional» en los últimos años y que se ha producido solo en cuatro ocasiones recientes, todas en África, la última en Sudán.
Un sistema de ayuda que no ha funcionado
Según ha detallado, la ayuda «ha entrado con cuentagotas» y, desde el 2 de marzo, poco después del alto el fuego oficial, «ha quedado bloqueada o suspendida». Ha afirmado que la distribución vigente «no ha sido la diseñada por Naciones Unidas y ONG», sino un sistema «militarizado» con apenas cuatro puntos de reparto para toda la franja, lo que «ha generado incluso víctimas» y ha vulnerado los principios humanitarios: «somos nosotros quienes tenemos que acercar los alimentos y tratamientos a las comunidades más vulnerables».
La producción local se ha desplomado
Anguera ha lamentado que, tras casi dos años de conflicto, Gaza «ha perdido su capacidad» para producir alimentos a pesar de su clima y su tierra fértil. Ha citado cultivos como fresas, tomates y verduras, además de la pesca, hoy prácticamente imposible por el riesgo para la vida de quienes intentan faenar.
Qué ha hecho Acción contra el Hambre
La organización ha focalizado su labor en distribuir agua para consumo, apoyar puntualmente el riego donde ha sido posible y detectar y tratar la desnutrición en niños y niñas menores de 5 años y en mujeres embarazadas y lactantes. Anguera ha alertado de que «un 25% de las embarazadas sufre desnutrición», con impacto en su salud y en la de los bebés, que «nacen con bajo peso y déficit de nutrientes».
Pedir ayuda y no normalizar el horror
Anguera ha agradecido que los medios «han dado voz» para no naturalizar la crisis y ha solicitado apoyo como socias/os o mediante donativos puntuales, además de seguir y difundir el trabajo de la ONG. Ha remarcado que el personal local «ha seguido trabajando» pese a la precariedad: «a veces vienen con medio vaso de agua y sin energía, pero no han dejado de ayudar a sus conciudadanos».
Riesgo extremo para quienes están sobre el terreno
La responsable ha reconocido que el contexto «ha sido de los más difíciles» y que las cifras de trabajadores humanitarios muertos «han hablado por sí mismas».
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