Xabier Eskauriatza, presbítero y misionero durante 12 años en la provincia de Manabí de Ecuador, actualmente hace ministerio en Amorebieta, Bedia y Lemoa, en la Vicaría IV de la Diócesis de Bilbao. Xabier Eskauriatza: «Hay que vincularse a las tierras de misión con nuevas estrategias».
Tierra de misión
Xabier comenta que «sobre todo estuve en Bahía de Caráquez y en San Vicente, en la provincia de Manabí, y los últimos dos años en la provincia de Los Ríos, en la parroquia de Baba. Mis inicios misioneros se remontan a la vida de seminarista en Urkiola donde estaba el equipo de ex misioneros gigantes para mí en la fe y en la misión. Ricardo Alberdi y Joseba Legarza, gente que realmente había sido importante en la misión. Y también compañeros que ya han fallecido como Fernan Elorrieta y otros que aún viven como Txomin Perales y Juanjo Elezkano. Un día nos dijeron: nosotros vamos a dejar la misión, quién va a coger el testigo y nos convocaron a una reunión. En esa reunión algunos levantamos la mano, entre ellos yo, y fuimos al de unos pocos años a esa misión de Ecuador».
«Yo tengo la suerte de haber estado en Ecuador con el obispo Joseba Segura, Juan Mari Bautista y con Paulino Ordax. Con ellos he compartido muchos años de misión. Joseba es el presidente de la Comisión para las Misiones y Cooperación con las Iglesias tras la Plenaria de la CEE del pasado marzo. Me llena de orgullo y alegría».
«Somos distintos, el Xabier que fue y el Xabier que regresó. Me marcó la gente y también la historia de nuestro grupo misionero. Otra forma de vivir la fe en la Iglesia y eso te queda para siempre. Es una huella que nunca desaparece de tu conciencia, de tu labor y de tu forma de entender también el ministerio sacerdotal».
Ecuador
Xabier señala que «yo estaba ya hace un mes prácticamente de vacaciones en Ecuador. Y he vivido la situación que vive el país. Es una situación complicada, una situación de mucha violencia, de falta de control político. Manda el narcotráfico, las bandas. Hay un problema serio en las penitenciarías y el tema de los indígenas está sin resolver. Varios factores que unidos dan una situación complicada. Da pena porque el Ecuador que yo conocía era un Ecuador tranquilo en el cual podías pasear con los amigos a la noche. Era el país más seguro de Latinoamérica y ahora se ha convertido en más inseguro junto con México».
Provincia de Manabí
Xabier relata que «la provincia de Manbaí tiene tres franjas, costa, sierra y Oriente. Manabí está en la costa bañada por el Pacífico, una provincia bastante amplia en su extensión aunque el país no es muy grande. Fue la segunda expansión del grupo inicial vasco que llegó allí en 1948. Se situó en la provincia de Los Ríos y de allí fue expandiéndose a la provincia de Manabí y de El Oro. Manabí ha sido una de las provincias que más gente ha conocido la labor misionera y que llevamos siempre en nuestro corazón».
«Las comunidades de allí son muy distintas a las de aquí. Allí es muy importante la huella que ha dejado la impronta de una Iglesia latinoamericana que nace de la lectura del Post Concilio Vaticano II en las asambleas del CELAM de Puebla y Medellín sobre todo. Y allí surgen las comunidades eclesiales de base que es lo que ha sostenido la Iglesia ecuatoriana durante muchos años. Allí surge un poco el compromiso con los pobres, un entender la evangelización como, por una parte, la vida normal de las comunidades, vida sacramental, de oración, de catequesis y otra, la promoción del desarrollo humano. Desarrollo humano en derechos humanos, en salud, en agricultura, en huertos comunitarios y en farmacias populares. Las dos caras de la misma moneda, evangelizar sí pero promocionar también».
Cariño y respeto
Xabier reconoce que «es una relación de mucho cariño, de mucho respeto y de sentirte como en tu casa. Allí es todo mucho más cercano, mucho más inclusivo. Las comunidades pequeñas tienen esa facilidad del roce de piel con piel y una calidez y un sentimiento de pertenencia importante a la Iglesia. Hay muchas comunidades de Euskadi que apoyan económicamente los proyectos de desarrollo de allí. Para unificar, por una parte, la dimensión evangélica sacramental y por otra, la dimensión de desarrollo comunitario de aquellas personas más desfavorecidas. Personas que al final se fían solo de la Iglesia porque les ha fallado el alcalde, el prefecto, el gobernador y el presidente de la República. Quién queda? Queda Dios y la Iglesia».
«Una cosa que llama la atención es la felicidad de la gente. Con pocos recursos, con muchas carencias, esa gente es feliz, esa gente ríe, canta y baila. No piensa mucho en el mañana sino en el hoy porque se fía de Dios. Confía en que mañana será un día mejor».
75 años de Misiones Diocesanas Vascas
Xabier declara que «yo creo que Ecuador sigue siendo tierra de misión. Quizá de otra forma. Quizá con otra estrategia. ´´Nuevos Caminos´´ decía la Campaña de este año de Misiones. Pero sigue siendo territorio de misión. Es una especie de compromiso que tenemos adquirido moralmente e históricamente con esa gente a la cual no podemos dejar de la mano. Quizá ya hay que superar ciertas formas de entender la misión como el apadrinamiento o el hermanamiento. Y haya que vincularse a las nuevas tierras de misión con nuevas estrategias como pueden ser presencias significativas. Hay que buscar también esos caminos que sigan haciendo posible ese diálogo y esa fraternidad que surgió en 1948. Y siga presente pese a la debilidad y pese al paso de los años hoy».
«Allí también ha llegado la crisis de la increencia y una modernidad que excluye a Dios. Habrá que intentar hacer una tierra de misión en la cual la Iglesia sea sal y luz. Sea fermento en la masa, sea presencia significativa en medios pobres. Y siga siendo esa esperanza que alumbra nuevos caminos. Misiones Diocesanas Vascas está celebrando su 75 aniversario. A mí me gustaría también hacer historia no solo vivir de la historia. Y en ese hacer historia tendríamos que juntar todos los esfuerzos y todas las formas de pensar para empujar ese carro de la misión hacia un futuro mejor».
«Un llamado a ser felices, a vivir la fe como un regalo que Dios nos da. A no ser gente que cargue a los demás sino que libere, aligere las cargas de la gente. A ser sanadores de heridas. Hay mucha gente herida en la sociedad. Y a llevar siempre por delante la alegría y el optimismo. Y a no imponer nada a nadie. Como mucho proponer el Evangelio sin imponerlo. Así dará frutos la semilla que en tierra cae y no como la semilla que nunca cae en tierra y nunca da fruto», concluye Xabier.
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