

El filósofo y pensador Joxe Azurmendi, una de las figuras más influyentes del pensamiento vasco del último siglo, ha fallecido este martes en San Sebastián a los 84 años, según ha informado la revista cultural Jakin, con la que mantuvo una estrecha relación durante toda su trayectoria.
Primeros pasos en Jakin y Anaitasuna
Nacido en Zegama (Gipuzkoa) el 19 de marzo de 1941, Azurmendi comenzó su actividad intelectual en la década de los 60. En 1960 publicó sus primeros artículos en Jakin y Anaitasuna, y ese mismo año inició la edición del poema Elorri (1962) del poeta Bitoriano Gandiaga.
Durante aquellos años, además de colaborar con la revista Jakin, también ejerció como ayudante de dirección y mecanógrafo. En 1964 se ordenó sacerdote y al año siguiente se trasladó a Roma para cursar estudios de teología. Ese mismo 1965 fue nombrado académico correspondiente por Euskaltzaindia.
Exilio en Alemania y compromiso con el marxismo
En 1966 se instaló en Alemania, donde residió durante doce años. Desde allí continuó escribiendo en medios como Zeruko Argia y Anaitasuna, y junto a Txillardegi y otros intelectuales de izquierda elaboró materiales sobre marxismo para la juventud vasca.
Su obra de esta etapa incluye títulos clave como Hitz berdeak y Hizkuntza, etnia eta marxismoa (1971), además de Kolakowski (1972). Participó también en los primeros cursos de la UEU (Universidad Vasca de Verano) en 1973 y publicó en 1975 Gizona abere hutsa da. Entre 1973 y 1977 fue docente de lengua y literatura española en la Escuela Nacional Superior de Münster.
Vuelta al País Vasco y legado intelectual
Tras la muerte de Franco, Azurmendi regresó temporalmente al País Vasco en 1976, donde se unió al núcleo de Jakin Taldea con Joan Mari Torrealdai, Joseba Intxausti y Paulo Agirrebaltzategi. Ese mismo año, con la muerte de José María Arizmendiarrieta, fundador de las cooperativas de Mondragón, Azurmendi asumió el proyecto de Manolo Pagola para crear un museo sobre Arizmendiarrieta y escribir un libro sobre su pensamiento.
Desde la revista Jakin han subrayado que la “catarata de pensamiento” iniciada por Azurmendi “tiene aún por delante un camino próspero”, dejando así constancia del valor y vigencia de su obra.