Pocos pueblos pueden presumir de haber estado, aunque sea por un instante, en el centro emocional de una figura internacional como José «Pepe» Mujica. El expresidente de Uruguay visitó en su momento la localidad vizcaína de Muxika convencido de que allí estaba la cuna de sus antepasados. Sin embargo, una investigación histórica posterior desveló una realidad distinta: el linaje de los Muxika llevaba más de tres siglos escondido en un caserío de Beasain, en Gipuzkoa.
El viaje sentimental del líder uruguayo
En mayo de 2015, Pepe Mujica se desplazó hasta ese caserío guipuzcoano. Fue una visita cargada de emoción. Lo que había comenzado como una búsqueda en Muxika, terminó en Beasain con el descubrimiento de sus verdaderas raíces. La historia, además de curiosa, refleja el poder simbólico que tienen los nombres y la importancia de recuperar la memoria familiar.
Doce generaciones hasta llegar a Beasain
La investigación que lo cambió todo fue dirigida por el historiador Mikel Prieto, que siguió el rastro del apellido Muxika a través de doce generaciones. Finalmente, halló la «casa madre» en Beasain, donde el apellido y la historia familiar del expresidente cobraban pleno sentido.
Esta revelación no solo matizó una creencia personal de Muxika, sino que también puso en valor el trabajo silencioso y riguroso de quienes investigan los linajes y genealogías. Como muchas veces ocurre, las historias familiares esconden giros inesperados.
Muxika, protagonista por un día
Aunque la cuna familiar resultó no estar en suelo vizcaíno, Muxika se convirtió por un momento en escenario de reencuentro, de expectativa y de memoria. El simple hecho de que el expresidente de Uruguay creyese encontrar sus orígenes en esta localidad evidencia la trascendencia emocional de los pueblos en la construcción de la identidad.