Economía

El arte de no hacer nada, o cómo mejorar tu productividad a base de descanso

Todos queremos sentirnos útiles y “ganarnos la vida”, ser independientes y no necesitar ayuda de nadie
El arte de no hacer nada, o cómo mejorar tu productividad a base de descanso
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Se le atribuye a Karl Marx la idea de que “el trabajo dignifica”, lo cual tiene sentido y es en efecto el motor vital de la mayoría. Todos queremos sentirnos útiles y “ganarnos la vida”, ser independientes y no necesitar ayuda de nadie. Pero esa idea, como tantas cosas con sentido, puede deformarse por el uso y el abuso y la mala fe. Así, muchas generaciones han crecido bajo la idea de que el trabajo es “lo único” que dignifica. Todos conocemos a esa gente resistente a la jubilación, para los que un viaje del Imserso es una afrenta, y la idea de descansar en una tumbona, una herejía si no viene seguida de más trabajo.

Por suerte, no todas las generaciones piensan igual. Y, de hecho, los estudios científicos indican que seguimos el camino en dirección contraria: la productividad no se esconde en hacer más horas ni trabajar más días, sino en descansar lo suficiente y necesario.

A veces, la vida tiene estas contradicciones: para subir hay que bajar, para avanzar hay que retroceder, y para ser productivos, lo mejor es no hacer ni el huevo.

Veamos cómo y por qué.

Humanos, robots y productividad en el trabajo

Básicamente: no somos robots. ¿Sabías que la palabra “robot” viene del checo “robota” y significa “trabajo duro”? De hecho, su acepción original era la de “servidumbre”, definía el periodo de medio año de trabajo obligatorio para el señor que tenían los siervos, y que no se abolió hasta el siglo XIX. El escritor Karel Capek la usó para su obra R.U.R. (Robots Universales Rossum), en la que describe una empresa que fabrica humanoides sintéticos que aligeren la carga de trabajo de los humanos reales. No se le ocurría cómo llamar a esos humanoides mecánicos, probó con el latín labori pero no le convencía, y al final su hermano Josef le sugirió utilizar el término checo. Así nacieron lo que hoy llamamos robots.

Y las personas no somos robots, aunque se nos trate a menudo como tales. Los robots pueden hacer las cosas que nosotros no hacemos: pueden levantar más peso, pueden calcular más rápido, pueden cortar con más precisión, pueden trazar con más firmeza y, sobre todo, pueden trabajar sin descanso. Mientras haya corriente eléctrica disponible, pueden realizar su trabajo. La excepción serían los procesos de enfriamiento, pero incluso en estos casos es una parada mínima frente a lo que suponen los parones humanos: la pausa para un café o para ir al baño, la conversación con compañeros que distrae del trabajo, las bajas médicas, las vacaciones, los fines de semana o incluso cosas tan molestas como la necesidad de dormir o pasar un ratito con la familia.

Claro que los humanos aportamos cosas que los robots no pueden dar. Seguimos siendo la mano de obra imprescindible, pese a necesitar más descanso. Pero lo gracioso es que, en realidad, es el descanso el que engrasa nuestra maquinaria para ser más productivos. Y no estamos recibiendo el suficiente.

Entre el burnout y la semana laboral de 4 días

¿Sabes cuando estás irritado, cansado, con la paciencia bajo mínimos, y cada pequeña cosa se convierte en una montaña? ¿Cuando el menor imprevisto te parece una catástrofe y solo quieres irte a vivir a un monasterio, o lanzar bombas nucleares? ¿Cuando no hay nada que te motive en tu desempeño y cualquier noticia se recibe con cinismo o fría ironía? Bueno, en esto intervienen muchísimos factores (incluso la dieta), pero a menudo el mayor factor es el trabajo. O más bien lo que llamamos burnout o desgaste laboral crónico. Algo que la OMS ha debatido si se trata o no de una enfermedad (aunque actualmente no se clasifica como enfermedad, sí se tiene en cuenta como factor de riesgo en el trabajo).

La gran encuestadora Gallup lleva trabajando mucho tiempo con la cuestión del burnout, y sus encuestas post-pandemia muestran números tremendos: más de la mitad de los trabajadores estadounidenses sufren de esta quemazón laboral, y seguramente son números que no andan demasiado lejos en países europeos como España.

Y esta condición no cae del cielo. Es fruto de un exceso de trabajo, o más bien de un exceso crónico de horas de trabajo y de atención a las obligaciones laborales. Un exceso ilegal, de hecho, que se ha visto acrecentado con el teléfono móvil y los invasivos Whatsapps de jefes pidiendo cosas fuera del horario. Porque nada te saca más del descanso, te tensa y te pone de mala uva que estar en el sofá viendo una peli, o hablando con tus hijos, y que te entre una llamada o mensaje de trabajo preguntándote algo de la mañana, o pidiendo algo para el día siguiente.

Frente a este problema se está trabajando la llamada “desconexión digital”, pero el camino a recorrer es mucho más largo, y se dirige hacia la semana laboral de 4 días.

Por qué la semana laboral de 4 días es viable y en qué te ayuda

¿No has notado que el fin de semana te pasa volando? Es que es cortísimo: dos tristes días para tanto por hacer, como descansar, dormir, leer, ver películas o series, jugar a videojuegos o juegos de mesa, hacer deporte, salir de excursión o de viaje, salir a comer a otro sitio, pasar tiempo con la familia, ir a visitar a amigos, ir a visitar sitios chulos, ir a ver a tus padres, cumplir con compromisos sociales, hacer la limpieza de la semana, el cambio de armario, la lavada de coche… en fin, si seguimos, la lista de lo que se podría hacer en un fin de semana de dos días ocuparía todo el artículo.

En los otros cinco días, la mayor parte del día en cambio solo la invertimos en una cosa: trabajar (en tu trabajo y en casa, en el día a día de comidas, transporte, limpieza y responsabilidades familiares). No parece muy razonable, ¿verdad? Cuando uno se muere seguramente no piense “caramba, qué bien me lo pasé trabajando el 80% de mi tiempo”.

Entonces, como no somos robots, la vida debería ser más que trabajar. Debería ser todo aquello que hacemos fuera del trabajo. Y esto es por lo que luchan los defensores de la semana laboral de 4 días, frente a una fuerte oposición. Pero la evidencia va dejando a los opositores sin argumentos, porqué todos los países y empresas que han hecho ya experimentos con jornada de 4 días a la semana con mismo sueldo destacan lo mismo:

  • Los trabajadores ganan en felicidad y bienestar, al disponer de más tiempo para sus familias, sus obligaciones extralaborales, y el ocio.
  • Se reducen las bajas médicas, el estrés y el burnout.
  • La productividad sube, con empleados que aprovechan mejor su jornada y sacan en esos 4 días el mismo trabajo que sacaban en 5, más concentrados en sus objetivos.
  • Se reduce el consumo de energía y transporte, lo cual tiene hoy un impacto directo en el medio ambiente.

Es un clarísimo win-win que además está avalado por estudios científicos tan recientes como este de Nature, cada vez más numerosos, que muestran esta correlación entre el descanso y el ocio y el aumento de la productividad.

Los descansos dentro del trabajo

Igual que necesitamos descansos anuales (vacaciones), semanales (fines de semana) y diario (horario no-laboral), cuando estamos en la tarea necesitamos también pequeños breaks. No se trata de “hacer la pausa del café” y alargarla más de lo necesario: eso suena más bien a desesperación por no trabajar en pleno burnout. Se trata de refrescar la cabeza y las piernas, algo que cada profesión y tipo de trabajo organiza según las necesidades. No funcionan igual médicos, que profesores, que barrenderos, que oficinistas.

El caso de los trabajos sedentarios es llamativo porque parecen trabajos “fáciles” y que “no cansan”, pero son muy pesados para la cabeza y la creatividad, y malos para la salud por el sedentarismo que conllevan. En estos casos, sistemas como el famoso “pomodoro” muestran el poder del descanso: este sistema, que usan muchos estudiantes, consiste en hacer tres tandas de trabajo adecuadas(de 20, 30, 40 minutos cada una, por ejemplo) con pequeñas pausas de 5, 6 o 7 minutos entre una y otra, y una de 20 minutos adicionales al  final del bloque.

Esas pausas, que sirven para levantarse, estirar las piernas, ir al baño, comentar algo con alguien, y despejar la cabeza, se combinan de maravilla con periodos de trabajo de concentración absoluta, que se cortan justo cuando la atención se va a dispersar.

Y es que es así: el descanso es bueno. Grandes ideas surgen del aburrimiento. Llegas a conclusiones viendo películas. Soluciones a los problemas aparecen de pronto mientras jugamos al LOL en tu móvil o a Crash Games UZU, porque en el ocio el subconsciente va trabajando, libre del estrés.

O sea que ya lo sabes: haz del descanso y el ocio tu mejor aliado. No solo hará por tu bienestar, también ayudará a tu desempeño profesional.

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