El duelo no va por fases fijas
Durante años se han popularizado cinco etapas del duelo: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Ese esquema fue útil, pero hoy sabemos que no todas las personas transitan esas fases ni en ese orden. El duelo es irregular y cambiante. Puede haber alivio cuando creíamos haber aceptado la pérdida, y luego regresar la rabia o la tristeza.
Pérdidas visibles… y pérdidas invisibles
No sólo despedimos a una persona; también a rutinas, planes y versiones de nosotros mismos que aparecían con ella. Ese café semanal, ese viaje pendiente o ese “yo” que sólo salía con su humor se apagan con la ausencia. Reconocer esas pérdidas secundarias ayuda a entender por qué todo se descoloca.
El duelo se cura en el vínculo
Como recuerda la psicología del apego, el duelo no se sana en soledad, sino en el vínculo. Cada pérdida reordena nuestro “mapa afectivo”: habrá quien se acerque, quien se aleje y quien sorprenda con su apoyo. Acompañar no es “arreglar” a nadie ni empujar a “superar” nada. Es ofrecer presencia y espacio al dolor. Frases como “estoy aquí”, “¿qué necesitas?” o “no sé qué decir, pero estoy contigo” ayudan más que cualquier consigna prefabricada.
Evita los atajos y las frases hechas
Nos ponemos nerviosos ante el sufrimiento y recurrimos a tópicos que no alivian. La propuesta es sencilla: escuchar, sostener silencios y respetar ritmos. El acompañamiento es una compañía honesta, no una lista de soluciones.
Duelo y prisas sociales: el debate de los permisos
Vivimos con prisa y también la exigimos en el duelo. Se espera volver al trabajo “como si nada” en días. Para algunas personas, retomar rutinas ayuda; para otras, dificulta el proceso. Por eso el debate social sobre ampliar los permisos por fallecimiento es relevante: el duelo no cabe en tres días ni en una semana.
